Isidore Isou, la creación de lo nuevo

Miscelanea

Foto: markwebber.org.uk

Les propongo un ejercicio de ficción histórica: A sus diecisiete años, Ioan-Isidor Goldstein, nacido en la ciudad rumana de Botoşani el 31 de enero de 1925, se ahoga. No sabe si achacar su hastío a la estrechez de miras de la ciudad de provincias de la que procede, a la guerra mundial que asola Europa, a la inestable situación política en Rumania, o a la incomprensión familiar, pero todo a su alrededor conspira para cortar sus alas. Una gota ha colmado el vaso: las autoridades rumanas acaban de clausurar la revista artística Da que había fundado junto a su amigo Serge Moscovici. Nada queda para él en Rumania. ¿Cómo desarrollarse plenamente en un lugar en el que todo son límites?, se pregunta Goldstein.

Fascinado por las vanguardias artísticas de principios del siglo XX, especialmente por el dadaísmo de su venerado Tristan Tzara – – otro rumano célebre a quien Isou consideraba el mayor creador nunca habido — y por el surrealismo, el adolescente Goldstein se siente llamado a grandes cosas en el campo del arte. Ha tenido una visión. La ha plasmado en un papel que guarda celosamente en el bolsillo izquierdo de su chaqueta. Nadie sabe de su existencia, ni siquiera su amigo Moscovici. Se trata del manifiesto letrista. En el mismo momento en que puso el punto final a su manifiesto, tomó una resolución. Sólo había un destino posible para él: París.

En 1945, Ioan-Isidor Goldstein llega a la Gare de Paris-Est. París acaba de ser liberado. El mundo está en guerra, pero a Goldstein no le importa demasiado. Tiene una visión, una maleta cargada de manuscritos e intuye cómo llevar sus planes a cabo. Mientras hace cola en la aduana se dice que hay que reinventarlo todo, empezando por uno mismo. Cuando llega su turno, no espera a que el policía le conmine a hablar y suelta a bocajarro con todo el atrevimiento de su adolescencia: Mi nombre es Isidore Isou y soy letrista.

– – Fin del ejercicio – –

“Cada año miles de sentimientos desaparecen por falta de una forma concreta”: El nacimiento del letrismo

Contagiado del celo iconoclasta de las vanguardias artísticas e influidas por las lecturas de Dostoievski, Marx, Baudelaire y Proust, Isidore Isou, a la sazón aún Goldstein, escribió el manifiesto de poesía letrista en 1942. En él, un visionario Isou vierte sus intuiciones: desconfía de la capacidad de las palabras para expresar con exactitud los sentimientos humanos, reniega del lenguaje, al que considera una pesada losa que fosiliza la auténtica expresión, y se lanza a la búsqueda de algo tan esquivo efímero e intangible como lo nuevo.

Al igual que las vanguardias perseguían “destruir el arte” tal y como se había conocido hasta entonces, Isou abogaba por destruir el lenguaje, descomponerlo en sus partículas más elementales (las letras), privarlo de significado, prescindir de las constricciones de la ortografía y la gramática y usar los cascotes de esa demolición como materia para construir un nuevo lenguaje poético hecho de combinaciones de sílabas, interjecciones, onomatopeyas, ruidos, y sonidos.

La poesía letrista prescinde de la semántica y sólo concede importancia al valor sonoro y estético de las palabras, sílabas, sonidos y onomatopeyas para así acercar poesía y música.

Aunque, a su llegada a París en 1945, Isou es el fundador y único miembro del letrismo, el movimiento no tardó en ganar adeptos (algunos tan célebres como Gabriel Pomerand, Maurice Lemaître, Alain Satié y el futuro fundador del situacionismo, Guy Debord) y popularidad: Isou comienza a hacer lecturas públicas de sus poemas letristas y el letrismo revoluciona la vida intelectual del Saint-Germain-de-Prés de posguerra con los poemas alfabéticos, la sinfonía La Guerra (1947), en la que las letras reemplazan a las notas, y la pintura letrista. Además, el escándalo no es ajeno al movimiento: unos jóvenes letristas invaden Notre Dame durante la misa de Pascua de 1950 para decirle a la congregación que Dios ha muerto.

Acaso la mayor contribución de Isou a la técnica artística fue la invención de la hipergrafía, un método de escritura visual que conjuga diversos medios como el cine, la poesía, la pintura, la caligrafía o los signos para trasmitir la realidad del inconsciente de forma más exacta y así superar la novela y el arte plástico. Muchos expertos han querido ver en la hipergrafía el precedente del hipertexto informático.

Isou el teórico

Pese a la creciente popularidad del letrismo a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta y algunas incursiones en otros géneros como la novela (Los Diarios de Dios), la pintura (Los Números) la música y el cine (Tratado de Veneno y Eternidad, con la que ganó el premio a la mejor película vanguardista en el festival de Cannes de 1951 y en la que el sonido y la imagen van por separado), Isou, sin renunciar al letrismo, parece poner sus miras en un proyecto si cabe más ambicioso y que probablemente consideraba a la altura de su genio: sentar las bases teóricas del arte nuevo.

El eterno debate de la gallina y el huevo: ¿Decidió Isou convertirse en el teórico del arte por venir tras la publicación en 1947 de Introducción a una Nueva Poesía y una Nueva Música o publicó Introducción a una Nueva Poesía y una Nueva Música porque había decidido convertirse en el teórico del arte nuevo? Sea cual sea la respuesta a este dilema, Isou se embarcó, desde ese momento y hasta su muerte en París en 2007, en un frenesí teorizador con el que pretendía abarcarlo todo, cada aspecto no sólo del arte, sino de la vida, y sentar las bases de lo nuevo para curar los trastornos que aquejaban a la sociedad.

En cientos de libros Isou estableció, con escrupulosa minuciosidad de notario y la furia creadora de un dios, los fundamentos teóricos de una nueva poesía y un nueva música, una nueva arquitectura, un nuevo teatro, un nuevo cine, una nueva danza, y una nueva fotografía, pero también una nueva política, y una nueva psiquiatría, matemática, física, química, medicina, ética, teología, y, no por última menos importante, erotología.

En un volumen de producción tan aplastante como el de Isou, hay lugar para vergonzantes memeces como su Isou o la Mecánica de las Mujeres (1949), en el que dice haberse acostado con trescientas setenta y cinco mujeres en cuatro años y que le acarrea una breve pena de cárcel, y para brillantes intuiciones, como su Tratado de Economía Nuclear. El Levantamiento de la Juventud (1949), en el que Isou identifica, por primera vez en la historia, a los jóvenes como sujeto revolucionario y aboga por acelerar la inserción de los jóvenes, hasta entonces marginados, en la esfera económica, avanzando de esta manera algunas de las reivindicaciones que se harían durante el levantamiento de Mayo de 1968.

La vida de Isou fue una tentativa de constituir un sistema de pensamiento integral y de creación universal: La Creatique. Según Isou, “hay una causa primigenia: el motor de la evolución social no es el instinto de supervivencia, sino la voluntad de crear.Por la voluntad de creación, el artista pasó de la existencia inconsciente a la eternidad de la historia hecha conscientemente.”

Su última aparición pública tuvo lugar en el año 2000 en la Universidad de la Sorbonne, donde dio una conferencia sobre la imaginación en los distintos ámbitos del saber. Tenía setenta y cinco años y en su cerebro aún bullían las inquietudes a las que había dedicado su vida: la estética, el arte, la creatique y la novatique, el arte infinitesimal, las películas hipergráficas, la poesía, el móvil viviente, la pintura parlante, la telescripto-pintura, lo nuevo, siempre lo nuevo…Un infinito flujo de ideas al que sólo la muerte pudo poner fin.     

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