Foto: M.V
Rumanía se encuentra en una guerra informativa. Una lucha para la que no está preparada y que se ha agudizado en este año electoral en el que la inflación, la polarización y la incertidumbre sobre el rumbo del país aumentan la tensión.
Desde los prolegómenos de la invasión a Ucrania la desinformación se ha convertido en una poderosa arma de guerra. Durante estos dos años han crecido considerablemente las campañas destinadas a desestabilizar social y políticamente Rumanía y Moldavia.
Marian Voicu es el fundador y director de Veridica.ro una publicación especializada en monitorizar, analizar y desmontar noticias falsas, desinformación y campañas de manipulación en Europa Central y del Este. El proyecto lo lleva a cabo la Alianza Internacional de Periodistas Rumanos junto con periodistas, expertos e investigadores de Europa Central y Oriental.
¿Cómo y por qué surge Verídica?
Surge a partir de un interés personal por todo lo relacionado con las noticias falsas y la desinformación. En 2018 publiqué un libro titulado “La Matrioska de los Mentirosos” en el que contaba las narrativas falsas más importantes e incluía un diccionario de términos y un idiolecto de la desinformación. Por aquel entonces en Rumanía el fenómeno de las noticias falsas no era tan visible, ni para los medios de comunicación ni para las autoridades que empezaron a preocuparse a partir de la invasión de Ucrania en 2022.
En 2020, durante la pandemia, varios periodistas decidimos iniciar este proyecto para ocuparnos de la desinformación en Europa Central y en los antiguos estados comunistas del Este porque observamos un patrón en estas narrativas, eran las mismas que provenían del Kremlin pero adaptadas a las características de cada país.
No queríamos hacer sólo verificación de noticias (fact checking), porque es algo que tiene en general poca visibilidad y preferimos enfocarnos en la política exterior porque hay un déficit de expertos en Rumanía debido a la falta de dinero en las redacciones o al poco interés por lo que sucede a nuestro alrededor. Conocemos mejor lo que sucede en Washington o París que lo que sucede en Sofía o Belgrado. Además, muchos rumanos descubrieron la vecindad con Ucrania tras la anexión de Crimea.
Durante estos cuatro años el equipo ha ido creciendo y somos alrededor de 40 personas. Tenemos dos redacciones principales, en Bucarest y en Chișinău, y colaboradores en casi todos los países ex comunistas, desde los Países bálticos hasta Georgia.
¿Cuáles son los pasos que seguís tras identificar una campaña de desinformación?
En primer lugar, identificamos cuál es la noticia falsa, dónde apareció, a quién pertenece la web y si está vinculado políticamente. Tenemos dos preguntas guía, ¿Cuál es el objetivo de la noticia falsa y la narrativa a la que sirve? ¿Por qué los periodistas elaboraron esa noticia falsa? A partir de ahí la cobertura es simple, seguimos las principales narrativas y los bulos más comúnmente detectados.
En cada redacción tenemos compañeros que hablan ruso y se ocupan de la desinformación que proviene de la Federación Rusa, periodistas que conocen el ucraniano monitoreando el espacio en Ucrania y periodistas de Moldavia que se ocupan de su territorio. Cada uno de ellos conoce muy bien el contexto, porque el contexto en el que aparece una noticia es muy importante.
¿Cuáles son y de dónde provienen los principales temas de desinformación sobre Ucrania, Moldavia, Rumanía y la UE,? ¿Qué estrategias o tácticas habéis detectado?
En una guerra informativa como la que vivimos se especula con temas sensibles que generan tensión social con el objetivo de dividir a la sociedad rumana, debilitarla y crear un terreno fértil para más desinformación. Las principales temáticas de desinformación sobre Ucrania, Moldavia, Rumania y la UE tienen diversas fuentes, es difícil identificar su origen exacto, pero son reconocibles a través de ciertas narrativas.
Una de las más destacadas y actuales es la relacionada con la guerra, suele ser propaganda del Kremlin para reducir el apoyo de Rumanía a Ucrania. Esta narrativa sostiene que Ucrania es un estado artificial, una idea respaldada tanto por Putin como por partidos de extrema derecha y algunos ex ministros rumanos. Se argumenta que Ucrania eventualmente se desmembrará y que Rumanía debería recuperar territorios históricos como Bucovina, el sur de Besarabia y Transcarpatia.
Otra narrativa recurrente es que los rumanos en Ucrania están siendo sometidos a un genocidio cultural y físico y que sus derechos están siendo violados. Esta desinformación explota temas sensibles como el uso de los idiomas de las minorías, en particular el húngaro. También se sostiene que Ucrania es un estado hostil, con noticias que afirman que Ucrania excava sin consentimiento en el canal Bâstroe, poniendo en riesgo el delta rumano o que los cereales ucranianos mezclados con los rumanos perjudican a los agricultores locales.
La propaganda rusa también enfatiza la tesis de los fascistas, utilizada para justificar la invasión de Ucrania. Se afirma que los mercenarios rumanos en Ucrania son fascistas, al igual que aquellos que combatieron en la Segunda Guerra Mundial o en la guerra de Transnistria. Moscú se presenta a sí misma como luchadora contra el fascismo, a pesar de mostrar características fascistas en sus propias políticas, argumentando que combate contra el LGBTIQ+, el islam, la UE y la OTAN en una supuesta batalla entre el bien y el mal para defender los valores tradicionales y salvar a la humanidad.
También se alimenta el euroescepticismo, promoviendo la idea de que Rumanía debería abandonar la UE para ser un país soberano e independiente de Washington, Bruselas y Moscú. Este mensaje resuena tanto entre los nostálgicos de Ceaușescu como entre los jóvenes, en una tendencia euroescéptica similar a la observada en otros países europeos, lo que refleja una creciente desconfianza hacia las instituciones supranacionales y una preferencia por una mayor autonomía nacional.
Teniendo en cuenta que este año se celebran elecciones en Moldavia y Rumanía ¿Cómo os estáis preparado?
En marzo comenzamos una campaña bajo el lema “Con los ojos en el 2024”, centrándonos en “el año de los grandes cambios” Para ello tomamos algunas teorías de la conspiración, como la que sostiene que la “fuerzas oscuras a nivel mundial” está preparando un reinicio del planeta. Esta teoría del Nuevo Orden Mundial sugiere que, durante la pandemia, a través de las vacunas, se intentó reducir la población mundial, pero fracasó. Ahora el objetivo del “gran reinicio” es la lucha entre la soberanía y la globalización, donde los globalistas estarían representados por Bill Gates y Soros, mientras que los soberanistas lo estarían por Putin y Trump.
Intentamos mostrar cómo a través de la desinformación estas teorías de la conspiración podrían influir en el público, cuyo voto sería decisivo en las elecciones. Podríamos encontrarnos con que las personas que creen en estas teorías euroescépticas y soberanistas corren el riesgo de recibir información errónea y tener un voto decisivo que podría cambiar el rumbo de la política. Fue lo que ocurrió en Eslovaquia, por ejemplo cuando la población fue bombardeada con noticias falsas y deep fakes durante el último día de campaña lo que influyó en la intención de voto. Esa campaña de desinformación produjo un cambio de rumbo en la política eslovaca porque inmediatamente el nuevo primer ministro, Fico, canceló toda la ayuda militar y económica a Ucrania.
Hemos creado también un calendario para cubrir la mayoría de los escrutinios en todo el mundo dado que vivimos en un mundo globalizado y un voto en cualquier otro país puede influir en la realidad de Rumanía. Estamos haciendo además un repaso de todos los escrutinios rumanos desde 1990 hasta ahora, explicando quienes fueron los candidatos, las tesis y los temas de la campaña, para mostrar cómo la desinformación del pasado se refleja en el presente.
Por ejemplo, en 1990 se decía que los extranjeros querían confiscar la democracia. Los líderes de los partidos históricos decían que los húngaros querían arrebatarnos Transilvania. Estas mismas narrativas de los 90 las vimos, por ejemplo, en 2017, cuando tuvimos las mayores protestas en Rumanía desde la caída del comunismo. Protestas contra un decreto ley que prácticamente amnistiaba el delito de malversación de fondos. Se dijo entonces que a los manifestantes les pagaban las multinacionales o Soros, que les enviaba dinero y bocadillos y encima es húngaro. Los húngaros, por supuesto, aparecían como culpables.
Hay algunas narrativas que perviven en el tiempo porque son poderosas y producen tal impacto emocional que no es necesario inventar otras nuevas. Un ejemplo es la Marcha Negra de Târgu-Mureș que fue el conflicto interétnico más importante en la Rumanía poscomunista. Murieron entonces, tres húngaros y dos rumanos, hubo cientos de heridos y todos los datos de investigaciones periodísticas y sociedad civil demostraron que fue una acción premeditada y preparada por los ex agentes de la Securitate. Sin embargo, este conflicto se ha quedado grabado en la mente del público rumano y en el momento en que lo menciones, seas de derecha o de izquierda, vas a provocar reacciones emocionales. La desinformación sobre la comunidad húngara y su deseo de retomar Transilvania sigue por tanto presente.
¿Ha aparecido ya en Rumanía el problema de los ultras falsos (deep fakes)?
Si, ha habido bastantes, aunque todavía no se han utilizado como arma política. Se trata más de bromas de contenido satírico con figuras públicas. Ha habido algunos sobre el presidente Iohannis o el primer ministro Ciolacu quien aparecía promoviendo determinadas prácticas especulativas para ganar dinero en internet. De momento no tienen intención de influir en el voto, pero podrían tenerla a medida que nos acerquemos a las elecciones. Aunque hay un proyecto de ley para combatir los deep fakes, Rumanía tiene menos instituciones dedicadas a combatir la desinformación en comparación con otros países del Este de Europa.
¿Es la sociedad rumana fácilmente manipulable?
En Rumanía existe una susceptibilidad de manipulación debido a una combinación de factores. Una de las principales razones es el analfabetismo funcional, personas que leen, pero no entienden lo que leen, que afecta aproximadamente al 45% de la población. Además, las televisiones en Rumanía, que constantemente producen desinformación, contribuyen a aumentar esta vulnerabilidad. Incluso cuando hay intentos de sancionar estos comportamientos, no logra frenarse el fenómeno de manera efectiva. Faltan instituciones dedicadas a combatir la desinformación en comparación con otros países de Europa. En ausencia de tales instituciones y de una educación mediática adecuada, es difícil abordar eficazmente el problema de la desinformación y la manipulación en la sociedad rumana.
Sin embargo, las soluciones a largo plazo, como la educación mediática y el establecimiento de unidades de comunicación estratégica, podrían ser efectivas para combatir la desinformación en Rumanía. Se necesita un fuerte compromiso por parte del gobierno y la sociedad para implementar estas soluciones y proteger la democracia y a la vez la libertad de expresión en el país.
¿Qué puede hacerse en este sentido para cambiar las cosas? ¿Cómo podrían los ciudadanos darse cuenta de que una noticia es falsa?
Según la encuesta de INSCOP de febrero del 2022, donde se preguntaba a los rumanos cuál creían que era la causa de la pandemia el 65% respondió que se trataba de una conspiración mundial. Esto demuestra que somos un público que no está preparado para juzgar con escepticismo la información de mercado.
Por otra parte, el gremio periodístico es poco solidario. Hay muchos mercenarios de la desinformación a los que no les sucede nada, mientras que en otros estados el propio gremio los sanciona, lo cual es saludable. Tenemos además televisiones, probablemente más en otras zonas de Europa, que producen y viven de la desinformación y las sanciones no surten efecto. Ahora se está trabajando en un nuevo Código de Radiodifusión que intenta solucionar este problema.
A nivel europeo existe la ley de Servicios Digitales y desde febrero existe aquí una institución ANCOM, que debería ocuparse de todo lo que significan las redes sociales e Internet, pero siempre y cuando la legislación europea siga diciendo que la desinformación no es ilegal será muy complicado ver quién lo maneja y cómo lo maneja.
En este contexto los métodos o soluciones que otros estados como Francia, Gran Bretaña, Finlandia o la República Checa han adoptado en cuanto a la educación mediática o la creación de unidades de comunicación estratégica podría funcionar en Rumanía, pero son soluciones a largo plazo.
Probablemente seamos como máximo 5 organizaciones periodísticas haciendo verificación de datos y vivimos de subvenciones lo cual eso es frustrante y complicado. Aunque hagamos un contenido periodístico de calidad, no llegaremos a ese 65% que cree en las conspiraciones. Llegáremos a una zona gris de indecisos a los que les haremos pensar sobre los contenidos informativos que consumen.
Tratamos también de hacer algo de educación mediática. Tenemos una guía, inspirada en las preguntas que nosotros mismos usamos para detectar noticias falsas, con la que recorremos institutos, universidades y hablamos con los estudiantes sobre cómo detectar noticias falsas.
Teniendo en cuenta estos factores ¿qué os motiva a seguir adelante con vuestro trabajo?
Nuestra motivación proviene del impacto que estamos logrando en la sociedad tanto a nivel local como internacional, así como del reconocimiento y la notoriedad que hemos ganado en el campo del periodismo y la política. Nos contactan medios como The Washington Post, Radio Canadá o instituciones europeas. Nos esforzamos por seguir siendo una voz relevante en la lucha contra la desinformación y por promover la alfabetización mediática, con la esperanza de influir positivamente en el futuro de Rumanía.