La orquesta que une Rumanía y Bilbao

Historias

Foto: TD

Un frío día de febrero, un encuentro casual en un pequeño restaurante de Bucarest me regaló esta historia. Estaba con un grupo de amigos en un restaurante de apenas tres mesas cuando entró un matrimonio elegantemente vestido, con una presencia que atraía la atención. Se sentaron en la mesa de al lado y durante la comida nos desearon buen provecho en español cosa que nos sorprendió, pero la sorpresa mayor llegaría durante los postres cuando la señora se giró y nos dijo ¡Qué gusto volver a oír español! Comenzó entonces una conversación sobre su vida en España, nos dijeron que eran músicos, ella pianista, él violinista y que durante muchos años habían residido en Bilbao y habían formado parte de la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS).

Nos despedimos, pero no pude parar de darle vueltas a lo que acababa de escuchar, ¿cómo dos músicos rumanos habían acabado en una orquesta de Bilbao? Según contaron hubo varias generaciones de músicos rumanos que acabaron en esa orquesta, algo habitual que comenzó a suceder en los años 80. Decidí indagar más en el asunto, me puse en contacto con la BOS quienes me respondieron enseguida, pero lo más difícil era como localizar al matrimonio. No sabía ni el nombre, ni nada salvo que habían estado en la BOS. Otra casualidad nos volvió a juntar en el mismo restaurante un mes después. Al verlos allí sentados de nuevo no podía creerme que tuviera tanta suerte. Me dirigí a su mesa, les expliqué lo mucho que me había gustado la historia y que quería escribirla. Florina y Varujan, tan encantadores como siempre, me invitaron a su casa para contarme lo que sigue.

La Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS), cuyo centenario se celebra este año, comenzó a desarrollarse en los años treinta, tuvo cierto auge en los sesenta, y estuvo a punto de desaparecer en los ochenta, pero resurgió gracias a la llegada de músicos extranjeros procedentes de Gran Bretaña, América Latina y países del Este como Rumanía como en el caso del consagrado violinista Varujan Cozighian o la también violinista Maria Madru.

La BOS nació en los años veinte, una época cultural y artística vibrante en el mundo occidental. Desde finales del siglo XIX Bilbao ya tenía un consolidado terreno musical, la Sociedad Coral de Bilbao existía desde 1886 y la Sociedad Filarmónica fundada en 1896 era ya un referente para los músicos internacionales.

Es a partir de 1920 cuando los miembros de la Sociedad Filarmónica junto a la Diputación de Bizkaia crean el Conservatorio de Música de Bilbao. En paralelo surgieron varias asociaciones o clubs de amantes de la cultura y de la música destacando “El Escritorio o Kurding Club”, cuyos miembros organizaban conciertos y charlas. Las actividades de este grupo fueron modelando la escena musical de Bilbao creando el Conservatorio Vizcaíno de Música, la Sociedad Filarmónica de Bilbao y finalmente la propia Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS). Los principales impulsores de la creación de la BOS, Juan Carlos Gortázar, Javier Arisqueta y Lope Alaña, son conocidos como los tres apóstoles de la música.

La BOS en 1923

Según Luis Javier Pérez, el responsable de comunicación de la BOS, los músicos extranjeros, muchos de ellos del Este, que se incorporaron a la orquesta en los 80 cumplieron funciones muy importantes añadiendo calidad artística a la Orquesta. Ocuparon plazas que estaban vacantes por dos motivos, la falta de profesionales y las malas condiciones laborales.

“En 1978 había 25 vacantes debido principalmente a las malas condiciones salariales o como consecuencia de ello y por la falta de interés por la formación musical reglada que se daba en buena parte de la sociedad vasca. Hay que pensar que la “imagen del músico” no era la más valorada. 

Eso cambia a inicios de los años 80 con la aparición de las nuevas instituciones democráticas vascas. La recuperación del Concierto Económico, es decir, la capacidad de legislar y recaudar los impuestos que tiene los vascos, permite dedicar recursos a la cultura y al resto de asuntos públicos con criterios marcados por las propias instituciones vascas. En este contexto, la Diputación Foral de Bizkaia, encargada de recaudar los impuestos y de marcar, entre muchas otras, la política cultural, y el Ayuntamiento apuestan por la Orquesta incluyéndola dentro del proyecto cultural del País Vasco. Dicho paso permitió atraer músicos de calidad lo que a su vez coincidió con la caída del “Telón de acero” que hizo que muchos músicos del Este se pudieran desplazar a trabajar a los países “occidentales”.

Esos músicos recién llegados se convirtieron, también, en profesores de los conservatorios y escuelas de música que empezaron a llenarse. Si anteriormente una gran parte de la sociedad no veía en la música como una salida profesional para sus hijos esto comienza a cambiar con la evolución de la orquesta y la llegada de estos músicos. Los conservatorios se llenaron de alumnas y alumnos que se encontraron con profesionales de gran nivel como profesores. Por ejemplo, Asier Polo, el reconocido solista de chelo de Bilbao, tuvo como profesora a la chelista rumana y música de la BOS, Elisa Pascu.

Muchos músicos del Bizkaia que son profesionales han tenido como profesores de conservatorio a músicos de la BOS venidos en aquellos años. Estos músicos y su desempeño como parte de la BOS y como profesores, han sido fundamentales para la BOS y para la formación de muchas generaciones de jóvenes vascos.” afirma Luis Javier Pérez.

Por la orquesta han pasado figuras emblemáticas del panorama musical rumano como el ilustre violinista Varujan Cozighian quien recuerda con cariño su etapa en la orquesta y su estancia en Bilbao durante más de 20 años hasta su regreso a Rumania hace unos años.

Varujan Cozighian

Nací en Constanţa en 1936. Hice mis estudios musicales de violín en el Conservatorio Ciprian Porumbescu de Bucarest, pero aprendí a tocar el violín con el que considero mi segundo padre, mi profesor de violín un armenio que se llamaba Garrabet Avachian, al que todos conocían como Garbis, que vino exiliado desde Bulgaria a Rumanía después de la primera guerra mundial, tras el genocidio, como todos los exilados armenios, y como mi padre.

Mi padre era armenio nació en Constantinopla en Estambul hablaba turco y griego y durante la primera guerra mundial emigró. Se montó en un barco griego como polizón porque no tenía pasaporte o salvoconducto, los marineros griegos que lo descubrieron le dejaron quedarse escondido donde estaba. Cuando llegaron a puerto griego intentó quedarse, pero no le dejaron porque no tenía papeles, continuó hasta el puerto de Bulgaria y tampoco pudo quedarse y finalmente no se si andando o como llegó a Rumanía donde le recibieron y le dieron un pasaporte provisional con el que podía trabajar.

Garrabet Avachian mi profesor llegó a Constanța y conoció a un profesor de violín que se llamaba Alexandrescu con el que hizo clases. Antes no había muchas escuelas de música y la gente aprendía de otras personas o hacia clases privadas. En mi caso los gitanos me enseñaron a tocar el violín, también había un judío que no oía bien, pero veía y me corregía me decía “ese dedo lo has puesto muy alto”.

Mi padre quería que yo aprendiera con un profesor y preguntando le recomendaron a Alexandrescu. Un verano Avachian se encontró por la calle con Alexandrescu, su antiguo profesor y le dijo:

– Oye tengo un armenio como tú que no toca mal el violín ¿no quieres venir a mi casa a ver como toca?

Al cabo de unos días vino a casa de Alexandrescu y me dijo:

-¿Por qué no tocas algo? ¿Qué sabes tocar?

Yo pensé en una canción que le gustaba mucho a mi familia y que siempre me pedían que tocara, eran unas melodías gitanas. Toqué durante cinco minutos y me dijo vale, vale ya conozco la canción.

-¿Cuánto tiempo dedicas a estudiar la primera página de la partitura?

– Media hora, le dije para no parecer tonto.

– Se rio y me dijo ¿media hora?

Al poco llamo a mi padre y le preguntó si teníamos algún familiar que pudiera alojarme en Bucarest, mi padre le dijo que sí, que allí vivía su hermana, mi tía Ani, y le pidió que me enviara un par de semanas allí para darme clases gratis todos los días.

En mi primera clase me dijo la próxima vez te traes un cuaderno y vas apuntando todo lo que te diga y así seguimos dando clase dos años hasta que yo terminé el instituto. Por suerte en aquel entonces para tener más estudiantes que pudieran rápidamente ejercer un oficio redujeron el bachillerato de 12 a 10 años y así fue como llegué más pronto al Conservatorio que terminé en cinco años. Terminé mis estudios a los 26 años y en aquella época el Estado hacía una selección de los que mejores notas habían obtenido y los metían directamente en una orquesta o una ópera en función de su especialización.

Como yo había obtenido además un premio en el primer concurso George Enescu del año 51 me enviaron a la Filarmónica George Enescu de Bucarest. Ocupé un año el último atril y cuando el segundo concertino se jubiló, el primer concertino, el maestro George Georgescu, el director más grande que ha tenido Rumania, me invitó a trabajar con él y cuando se jubiló me dijo “desde este momento Varujan va a ser el concertino” y ese fue mi puesto desde el año 59 hasta el 82 cuando me fui a España.”

Bilbao

En esa época no podías salir del país sin un permiso que te otorgaba la Agencia Rumana de Empresariado Artístico (ARIA) con la que firmabas un contrato por el que se quedaban el 40% de tus ganancias en concepto de gastos de representación, ellos se encargaban de los documentos, pasaportes, pero el viaje corría de tu bolsillo.

Llegué a Bilbao porque su orquesta tenía pocos músicos de cuerda y muchos de viento. Casi todos los músicos formaban parte de una Orquesta Municipal que tocaba en parques y demás y muchos de esos músicos también tocaban en la Orquesta Sinfónica de Bilbao. Como apenas tenían músicos de cuerda decidieron importarlos de otros países, había rumanos, polacos, pero también ingleses y latinoamericanos. Propuse que hiciéramos pruebas para cada instrumento. Tenían un concertino rumano que había sido alumno mío y la idea era que esta orquesta, como todas las otras orquestas de España, hiciera giras y así conocí todas las ciudades que tenían una filarmónica, Madrid, Barcelona, San Sebastián y muchas más.

Me quedé allí veinte años desde 1982 hasta el 2002, luego me jubilé y cuando se jubiló Florina también se vino a Bilbao. Florina y yo estuvimos separados ocho años desde el 82 al 89. Florina vino una vez sólo a visitarme sin mi hijo cuando yo estaba de concertino allí, luego vino mi hijo pero sin Florina porque para evitar que emigrasen las familias el Estado sólo permitía salir del país a un miembro de la familia.

En esa época yo trabajaba en el conservatorio de Bucarest, pero no tenía permiso para salir del país. Había excepciones si tenías un contrato podías salir por ese periodo de tiempo así fue como logré viajar por Europa como primera pianista acompañante de grandes violinistas de muchas orquestas. Viajé por toda Europa y América”. Aclara Florina.

Después de la Revolución del 89 la primera llamada que vino de la Policía de Pasaportes la recibió Florina, le dijeron:

-¿Usted había pedido un visado para ir a España con su hijo? Ya puede pasar a recoger el pasaporte.

Eso fue el tercer día después de la Revolución.

“Cuando me mudé a España no me costó nada adaptarme la gente ha sido muy amable y me han recibido con mucho cariño y he hecho amistades muy fuertes que aún mantengo no me costó nada adaptarme a la vida de allí”. Añade Florina.

Desde este punto de vista hemos tenido suerte porque los intereses políticos de esa época del régimen comunista eran mostrar el talento rumano, mostrar que éramos un país que tenía algo muy bueno y no sólo las colas del hambre. Por eso la Filarmónica de Bucarest como forma de propaganda viajaba a todas las capitales de Europa y desde este punto de vista no hemos sufrido tanto. Ganábamos dinero en el extranjero lo que nos permitía cuando volvíamos adquirir productos en las llamadas “free shops” cosas que no se encontraban en los comercios rumanos.

Cuando emigré a trabajar en España tenía un violín propiedad del estado rumano que te lo prestaba como herramienta de trabajo. Después de llevar tres años sin regresar a Rumanía me dijeron que debía devolverles el violín y eso me costó mucho, era separarme de algo muy querido. En España me preguntaron si quería, al igual que otros músicos habían hecho, adoptar la nacionalidad española y yo recordando la historia de mi padre cuando el funcionario me preguntó por qué no quería renunciar a mi nacionalidad le dije que Rumania acogió a mi padre y es el lugar donde nací y donde moriré. El funcionario me miró y lo entendió perfectamente y me dijo que no todos pensaban igual. 

Los rumanos y españoles somos hermanos a veces nos entendemos otras nos peleamos, pero somos muy amistosos. Fue muy fácil adaptarme a España y a Bilbao allí si eres amigo de un bilbaíno eres amigo de todo Bilbao. Hoy en día sigo en contacto con amigos y conocidos y durante la pandemia me llamaban cada dos por tres a ver que tal estaba, ahora me llaman para hablar sobre la guerra de Ucrania y ver cómo van las cosas por aquí. Tengo grandes amigos y grandes recuerdos de España que es un país fantástico donde he sido muy feliz.

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