Foto: NiñoRojo Project
¿Qué conexión tienen los rumanos con la naturaleza?
Partiendo de esta pregunta dos fotógrafos españoles, miembros del colectivo de fotografía contemporánea “NiñoRojo Project”, emprendieron un proyecto destinado a explorar todos los entresijos de la relación que une personas y naturaleza en Rumanía. Un proyecto atípico que descubre una faceta desconocida sobre la sociedad rumana, tanto dentro como fuera del país.
Su proyecto comenzó el año pasado en Bucarest. Fruto de este primer experimento fue el trabajo “Nature Citizens” una exploración de la relación entre la naturalaza y los ciudadanos de Bucarest,que fue expuesto en Bucarest y en Braşov. Tras esta primera aventura en Rumanía, sintieron la necesidad de seguir explorando el país y de profundizar aún más en la relación de los rumanos con la naturaleza. Tras conseguir una beca del ICR este verano regresaron con el objetivo de descubrir como es esa misma relación en otras partes del país, sobre todo en las zonas rurales.
En este segundo viaje que les ha llevado,a lo largo de 2645 km, por Bucarest,Giurgiu, Braşov, Cluj, Maramureș, Alba Iulia, Baia Mare, Suceava y Iași se han centrado en conocer a personas cuya forma de vida estuviera estrechamente ligada a su medio natural o dependiera en gran medida de ello. Gente que huyó de las grandes ciudades buscando un modo de vida alternativo, gente que viviera en granjas que subsisten con los recursos que la naturaleza les ofrece, así como grupos o asociaciones de temática natural o ambiental. Para ello recorrieron el país durante un mes alojándose en sus casas con el fin de poder retratar desde el interior esa relación para con la naturaleza.
Pascual y Vincent son los iniciadores del proyecto y fundadores del colectivo “NiñoRojo Project” que utiliza la fotografía como herramienta para transmitir y representar nuevas realidades que al tiempo cuestionan. Durante varias semanas mantuvimos el contacto online hasta que finalmente este verano nos conocimos personalmente y estuvimos de charla con ellos para conocer más de cerca este interesante proyecto.
¿Cómo empezásteis en esto de la fotografía?
Pascual (P) – Empecé como fotógrafo de forma autodidacta en el 2001 mientras trabajaba en una empresa que aunque no tenía nada que ver con la fotografía necesitaba a alguien que hiciera fotos, y me presté a ello. Después de 6 o 7 años trabajando con ellos decidí mejorar mi técnica fotográfica y me apunté a la Escuela de Arte de Murcia donde estudié fotografía artística del 2007 al 2010.
Allí me encontré con otro tipo de fotográfía totalmente diferente a la que yo conocía. Una con la que puedes contar historias a partir de una imagen, en la que la capacidad de comunicación es más fuerte. Fue cuando me di cuenta que hasta ese momento había hecho fotos y a partir de entonces podía contar historias usando la fotografía como una herramienta de expresión.
A partir de ahí comencé a realizar proyectos individuales con una componente más documental, conceptual y me fueron concediendo becas y premios que me permitieron desarrollarme. Hoy en día sigo trabajando en la misma empresa donde empecé y lo compagino con mi faceta artística. La foto la llevo en la sangre y no me la puedo sacar. Eso sí comencé con la digital y ahora es todo más analógico. Me di cuenta de que tenía muchas fotos en el disco duro y nunca las miraba y la fotografía es algo físico algo que tienes que sentir.
Vincent (V) – Empecé hace unos 18 años cuando mi padre me regaló mi primera cámara de fotos para mí uso particular. Me la regaló porque necesitaba hacer fotos para mis estudios de arquitectura y ahí comencé a hacer mis primeras fotos, principalmente arquitectónicas. Fue hace dos años y medio cuando comencé a dedicarme de lleno a ello. Dejé mi carrera de arquitectura e ingenieria aparcada para dedicarme a la foto, para hacer algo que me gustara porque hasta ese momento había dejado de lado toda mi faceta artística y decidí hacer algo que me llenara. La foto me aporta mucho en mi vida. Es curioso como al final sin darte cuenta acabas incorporando a la foto lo que antes veías o trabajabas en planos o en pantallas. Esa misma visión la trasladas también a las fotos.
¿Qué es NiñoRojo Project y cómo surge?
P- Nos conocimos en la escuela de arte. En la fotografía artística trabajar sólo es díficil a no ser que así lo elijas porque se trata de un proceso en el que necesitas el apoyo de otra gente para poder desarrollarte. Yo soy un poco individualista en ese sentido. En Murcia colaboraba con un colectivo formado por nueve personas llamado Omnivore y cuando conocí a Vincent me dí cuenta que era mejor trabajar en dos que en nueve porque en los grupos grandes todo acaba diluyéndose mucho.
Vincent también entró a formar parte de Omnivore pero luego entre los dos comenzamos con NiñoRojo porque ambos tenemos una visión diferente pero al tiempo complementaria. Resumido fotográficamente yo sería un gran angular que hace la visión general y Vincent es el macro, porque se va a los detalles, a esas cosas que no vemos.Trabajando juntos en proyectos nos dimos cuenta de que ambos estílos encajaban perfectamente y el primer proyecto en Rumania fue la prueba de fuego.
V – Hicimos varios ensayos para comprobar el estilo de trabajo y este fue nuestro primer proyecto conjunto y la confirmación de nuestra forma de trabajar, lo que nos ha dicho que tenemos que hacerlo porque compenetrarte en ese grado con alguien es difícil pero los resultados nos demuestran que formamos un buen equipo.
Cuando empezamos el año pasado en Rumania fue la primera vez que trabajamos de forma complementaria porque hasta entonces habíamos trabajado compartiendo el mismo espacio pero de forma separada y este proyecto nos supuso un reto mayor porque íbamos a trabajar sobre el mismo tema en el mismo lugar y al mismo tiempo. Trabajar en un colectivo te impone renunciar al ego y dedicarte a la foto al proyecto sin importar tanto quien haya hecho que foto.
El nombre de NiñoRojo surgió porque cuando comenzamos cada uno traía una trayectoria, un punto de vista propio y decidimos empezar desde cero con una imagen, la de un niño que da sus primeros pasos. Quisimos asi dejar atrás lo que cada uno había hecho por su cuenta y crear un nuevo ser que era un niño.
P– Lo de Rojo surge porque mi madre se apellida Martinez Rojo y el apellido Rojo yo no lo he heredado porque me llamo Martinez, Martinez asi que vimos que la combinación Niño Rojo no sonaba mal y asi se quedó aunque mucha gente en España nos llama “El Niño Rojo”.
V – Claro, es porque lo consideran un único ser.
P– Si és único pero creado en dos, una amiga nuestra nos dice que es un dragón bicéfalo.
¿Por qué Rumanía?
P– El año pasado, una vez creado NiñoRojo, decidimos que deberíamos hacer un proyecto juntos para ver como trabajábamos. Asi que empezamos a buscar residencias (estancias de un periodo determinado de tiempo en otro país para llevar a cabo un proyecto artístico). Enviamos dos solicitudes, una a Islandia, otro país que nos pareció hiperfotografiado y estereotipado desde el punto de vista de la exclusividad de su naturaleza. Y la otra fue a Rumanía, a Bucarest concretamente. Siendo una gran desconocida para nosotros comenzamos a investigar y fue cuando constatamos esa relación y decidimos enviar la solicitud al mismo tiempo.
En Islandia no había plazas y en breve nos confirmaron que en Rumania sí había y que les había gustado mucho nuestra propuesta de proyecto.
V – Podríamos haber elegido cualquier otro país, desde Alemania hasta Ucrania, o haber hecho un proyecto global con todos los países que nos hubiera llevado muchísimo tiempo pero justamente nos atrajo Rumanía por esa mala imagen que tiene, porque quisimos anular ese falso mito y mala imagen que se tiene del país y su gente.
P – Sobre todo porque cuando dijimos a conocidos que nos habían concedido una beca en Rumanía la gente nos decía: ¿A Rumaníiia? ¿Pero cómo os vaís allí? Y esas reacciones nos dieron aún más ganas de venir, para que se viera que no es lo que todos se piensan.
Y con el paso del tiempo nuestra vinculación se ha ido haciendo más fuerte y conscientemente queremos mostrar a través de nuestro trabajo que existe otra Rumanía que la gente no ve.
¿De qué trata vuestro proyecto y cuál es su objetivo?
P – Habla de los rumanos y su relación con la naturaleza, lo cual comenzó siendo inicialmente una teoría. Durante un tiempo estuvimos estudiando que tipo de proyectos fotográficos se hacían sobre Rumania y descubrimos a varios fotógrafos extranjeros y rumanos que habían hecho trabajos muy interesantes sobre esta misma temática desde diferentes puntos de vista como por ejemplo Lucian Bran a quien tuvimos la posibilidad de conocer en una de nuestras exposiciones en Braşov.
V – Tiene un trabajo sobre los jardines que hay en la ciudad de Bucarest, los pequeños microcosmos que se creean en el medio urbano y luego un trabajo sobre Braşov recorriendo las cuatro estaciones del año y como estas cambian el aspecto de la ciudad y el paisaje de la zona.
P– Descubrir su trabajo nos abrió la puerta a otra realidad quizá menos conocida y que se alejaba de los reportajes típicos sobre Rumanía hechos por infinidad de fotógrafos extranjeros o nacionales como son: los gitanos, la gente que vive en alcantarillas, Transilvania o Drácula.
Asi que cuando comenzamos a documentarnos sobre Rumania decidimos que queríamos un enfoque diferente y alejarnos de los tópicos para dar una visión más positiva porque entre otras cosas hay una comunidad de inmigrantes rumanos en España que digamos están siendo socialmente estigmatizados a través de los medios.
V – Hartos de esterotipos y visiones negativas desde el principio tuvimos muy claro que nuestro trabajo tenía que ser muy positivo y conforme avanzábamos en nuestra documentación vimos la estrecha relación que existía entre los rumanos y la naturaleza.
P – Nos dimos cuenta durante la primera fase del proyecto en Bucarest. Una ciudad que está rodeada de bosques, con parques enormes repartidos por toda la ciudad, que en ocasiones son incluso bosques dentro de la ciudad y luego lo fuimos corroborando en otras partes del páis.
Todo eso que al inicio era sólo una teoría la confirmamos al llegar aquí y observamos la estrecha vinculación de los rumanos con su entorno natural que se refleja incluso en los billetes, en la moneda nacional que tiene diferentes especies de plantas y flores en todos y cada uno de los billetes.
Una cosa que nos sorprendió en nuestra primera visita y exposición fue el hecho de que ni los propios rumanos son muchas veces conscientes de ese vínculo y nos preguntaban : Pero,estas fotos ¿son de aquí? ¿Las habeís hecho ahora? ¿Y dónde se encuentra ese lugar?.
Para nosotros fue muy curioso. Supongo que es una relación que se ha establecido de modo natural porque han tenido siempre ese contacto con la naturaleza. Una relación que es mucho más estrecha que en otros muchos paises también están rodeados de naturaleza y dónde esa relación es más comercial, como por ejemplo Holanda.
La naturaleza está tan presente en vida cotidiana rumana que… mira, por ejemplo he visto sillas de madera tallada y los motivos elegidos eran flores, hojas, plantas y eso te dice mucho.
¿Cómo fue vuestro primer viaje?
V – Llegamos aquí sin conocer el idioma, sin saber muy bien ni donde estábamos ni a donde íbamos, preguntándonos ¿qué pasará? Pero abordamos el tema y la ciudad sin miedo explorando y disfrutando.
P– Siempre hemos llegado de noche a Bucarest. Recuerdo de la primera noche ese trayecto del aeropuerto a la residencia en la que nos alojábamos, esa avenida enorme llena de árboles y pese a que conozco países con mucho verde como Suiza, me di cuenta que aquí es otra cosa, que la propia naturaleza es la que se abre paso sola a través de la ciudad y no está encauzada por la mano del hombre. No es algo hiperorganizado como en Suiza o en otros países. La naturaleza aquí no está domesticada, es totalmente salvaje lo cual difiere del concepto que se tiene en el resto de Europa de la naturaleza que se doma, se aliena y busca cierta estética. Y a lo largo de ese camino no dejé de ver árboles, eso me impactó.
Al día siguiente paseando por la ciudad me sorprendió lo sobredimensionado que es todo, Piaţa Unirii me pareció enorme, también las distancias. Esa grandisiodidad y sobredimensionamiento fueron una de las cosas que más me impactaron.
V – A mi me pasó un poco lo mismo. Toda esa arquitectura comunista que hace que todo se haga más grande es algo que te choca mucho. Pero hay otra cosa que impacta y es el contraste entre lo antiguo y lo moderno dentro de Bucarest. Esos edificios y palacetes del siglo XVIII y XIX que se siguen manteniendo y sobre todo conviviendo con las construcciones más modernas, creando una ciudad mixta y heterogénea. Porque en la mayoría de ciudades se tiende a homogenizar los barrios, aquí se nota que se han derruido muchos edificios para construir otros modernos sin mantener ese patrimonio histórico. En parte también porque tras el terremoto del 77 muchos edificios no sobrevivieron y otros que lo hicieron no pudieron ser derruidos y se han ido conserrvando como se ha podido”.
P – Estuvimos recorriendo la ciudad, los parques y conforme empezamos a avanzar en el proyecto surgieron muchísimas ideas sobre Bucarest, sobre la gente, el ambiente. Bucarest es una ciudad que invita a instalar un trípode y una cámara y dejar que las escenas, que las fotos se compongan solas, más que nada por la cantidad de gente diferente que convive en esta ciudad y que hace que pasen cosas completamentes diferentes en el mismo lugar.
En otras ciudades, la gente es mas similar. Por ejemplo en Londres, todos los ejecutivos visten igual y se mueven en masa uniformemente pero aquí de repente ves a una señora vendiendo flores como otra que viene del super y cada una es completamente diferente de la otra.
V – En otros lugares el espacio urbano es una zona de paso mientras que aquí es una zona de convivencias. Donde la gente se para y disfruta de ese entorno y ese espacio.
¿Qué os ha impulsado a regresar y a continuar vuestro proyecto inicial?
P – Realmente este segundo proyecto digamos que es todavía parte del primero porque realmente nunca lo abandonamos. Cuando empezamos a promover el primer proyecto, quisimos ver si la gente realmente entendía aquello que habíamos visto y fotografiado. El primer visionado de nuestro trabajo fue en Braga (Portugal) y luego vinieron muchos más. El último ha sido el de PhotoEspaña.
Después de todas las exposiciones y eventos nos dimos cuenta de que el trabajo no estaba terminado, primero porque no teníamos el sentimiento de haberlo cerrado y segundo porque nosotros en nuestro primer proyecto hablábamos de ese Nature City Centre y esos “ciudadanos de la naturaleza” pero realmente hay ciudadanos que están más distantes y otros más cercanos pero sentíamos que nos faltaba hablar de eso que contábamos con palabras: que los rumanos tienen una relación fuerte con la naturaleza, que por eso en cada billete hay una flor… etc.
Nos faltaba redondearlo de algún modo y la sensación era de: lo hemos vivido intensamente hemos hecho fotos y tenemos material para hacer esa pequeña muestra o ensayo porque el primer viaje fue un ensayo … y con este segundo viaje es cerrar el círculo, cerrar el proyecto.
V – Queríamos también ver que sucedía en el resto del país porque en nuestro primer viaje y proyecto nos centramos en Bucarest y llegamos hasta Braşov, Bran y Sinaia pero nos faltó mucho país por descubrir. Además nos faltó ese contacto directo con gente que no conociéramos y que tuviera esa implicación con el medio natural que es lo que buscamos este año, convivir con esas personas y fotografiar su vida en contacto con la naturaleza.
P – Lo que queríamos es aparte de retratarlos es que en esos retratos se vea ese sentimiento pero para ello necesitábamos crear un clima que se produce conviviendo con ellos y ganarnos su confianza. Si en 24 o 48 horas lo consigues, cae esa coraza de protección de la intimidad que se levanta cuando te ponen la cámara delante.
Este año hemos cambiado la metodología de trabajo y nos llevamos una cámara Hasselblad que es menos agresiva que una cámara al uso que te apunta directamente. Esta tipo de cámara hace que el ritmo sea más pausado, que no se retrate a salto de mata, sino que se pueda crear un ambiente que permita hacer un retrato dentro de una escena. Eso hace que se cree una magia entre el retratista y el retratado. Al estar de dentro de su habitat natural no solo está haciendo fotografía documental sino que vas recogiendo todos los detalles de la vida de esa persona.
¿Qué hareís con el resultado de este proyecto?
V – Un fotolibro, porque la primera vez hicimos una exposición que era algo que te requería la propia residencia dentro del compromiso que adquirimos con ellos pero mientras veíamos las fotos nos dimos cuenta que la mejor forma de entender el proyecto era con un fotolibro.
P – Porque un libro se toca y puedes tocar la naturaleza, te metes en la historia. Las imágenes sueltas son piezas, pero al ponerlas juntas en un libro creas una historia y al tocarlo, tocas en parte la naturaleza, puedes ver los detalles, sentirlos y percibirlos de otra forma.