Martín Marcos: “El tango es mi mamá, mi papá, mis abuelos, la mesa que se corría en el cumpleaños para bailar, sale sólo, es como respirar”

Entrevistas

Foto: M.M

A Rumanía llegué en moto, conocí a un rumano durante un encuentro de moteros en Budapest, a eso de las cinco de la mañana iba caminando y el rumano me gritó, ¡Eh Argentina! Me di la vuelta lo miré y me dijo:

—  Siempre quise conocer un argentino de pelo largo como Kempes — que es un jugador de fútbol de hace mil años. Me quedé tomando unos tragos con él y le pregunté:

— ¿De dónde sos vos?

— De Timișoara — respondió, en mi vida había escuchado sobre este lugar, Rumania la vi en la escuela pero de esa ciudad no sabía nada.

— Me tenés que visitar, te voy a hacer un dibujito de cómo llegar — me dijo el rumano y agarró un trozo de cartón que había por el suelo.

— ¿Dónde vas a ir vos ahora?— me preguntó y le dije que me iba a quedar en Viena un tiempo donde vivía un amigo mío y me dibujó todas las carreteras, las montañas un mapa perfecto, nos despedimos y me dijo:

— Acá tenés mi teléfono, dale vení a visitarme.

Tenía pensado de todas formas quedarme por Europa un par de meses, era un viaje personal de búsqueda de algo porque venía con fracasos en mis negocios en Argentina, donde tenía una casa de instrumentos musicales y por problemas de importación tuve que cerrar mi local y me planteé que era mejor irme de viaje que quedarme renegando en Buenos. De Budapest me fui a Viena donde me quedé un mes tocando blues por allá y un día decidí visitar al rumano. Agarré la moto y le dije a mi amigo vienés:

— ¿No querés vení para Rumania?

— ¿Estás loco? nos van a robar, nos van a matar — me respondió.

—  Pará, pará un poquito que vengo de Sudamérica no puede ser más peligroso.

— Bueno dejame averiguar— me dijo.

Al día siguiente me confirmó que no venía porque es muy peligroso y esa zona además era fea. Yo le dije igualmente me iba y al día siguiente se unieron él y un amigo y nos fuimos los tres para Rumania. Mi primer contacto con Rumania fue Timișoara, donde comencé a conocer a los rumanos en su versión fiesta, comer, tomar que es muy latino y divertido y lo pasé bárbaro. Me quedé una semana cuando tenía planeado estar sólo un par de días, regresé a Austria y por el camino me seguían llamando los rumanos porque son muy amistosos, mantuvimos el contacto por redes sociales, me decían te extrañamos vení para acá y como siempre quise ir al castillo de Drácula les dije que me volvía para ir al castillo de Sighișoara. A los tres días regresé de nuevo en moto a Timișoara donde me esperaban seis moteros rumanos más. Por el camino miraba las casitas, los viejitos, las căpiţe, me decía qué lindo, que tranquilidad comparado con Buenos Aires que es un desmadre. Me enamoraba de todos los lugares que iba pasando y me imaginaba ahí viviendo. Llegando a Mediaș tuve un accidente con la moto, me rompí la clavícula, las costillas, me hice pedazos. El accidente fue bastante fuerte, llegué al hospital un domingo y el médico me miraba sorprendido yo todo vestido de cuero con calaveras y me preguntó:

—¿De dónde sos?

— De Argentina.

—¿Y qué haces acá?

Le expliqué y me dijo que tenía que llamar a la policía porque se considera accidente de tráfico aunque me había caído pero según las normas había que dar parte y fue todo muy cómico porque el policía no estaba en el puesto, estaba en su casa tranquilamente, un domingo en una ciudad pequeña. Quise de todas formas terminar el viaje y cómo mis amigos tenían coche vi los castillos, regresé a Timișoara por un par de días donde hice más amigos, de ahí a Austria y luego a Buenos Aires. De regreso a casa intenté ver si se podía arreglar mi negocio, pero la economía iba mal y no se podía y me vine a Rumania porque me había quedado con una buena impresión de la gente de la ciudad que pese a ser pequeña me daba la impresión de que tenía algo. Así fue como al año exacto regresé para un período de tres meses. Esta vez quería conocer más del país porque yo no había visto nada por mí mismo. Este segundo viaje fue el que me hizo quedarme definitivamente, entonces conocí a una chica en Timișoara con la que ya llevo casi cinco años de relación ahora mismo, de repente esa ciudad me estaba ofreciendo amistad y amor, una sensación diferente que a veces en las metrópolis grandes no se dan porque pasa todo mucho más rápido, aquí me parecía que podía disfrutar de las cosas simples que es la parte positiva de los pueblos y ciudades pequeñas, porque para mí Timișoara es un pueblo grande.

Me sentía muy bien, mi relación avanzaba, esa era la parte más linda digamos, pero me preguntaba ¿y qué voy a hacer aquí? No puedo montar un comercio acá porque sólo sé de instrumentos musicales de importación y exportación y me puse a averiguar cuántos músicos había en Rumanía, cuántas casas de música. En Argentina hay 1200 casas de instrumentos musicales y yo distribuía al por mayor, pero aquí con 20 casas de música en todo el país no era rentable y tampoco tenía mucho dinero para invertir. Me dí cuenta que mi única salida era volver a tomar la guitarra y darle de nuevo a la música. Yo tocaba principalmente rock y blues en Argentina, comencé a tocar la guitarra a los diez años, en mi adolescencia formé una banda con mis hermanos, comencé como profesional a los veintiséis y posteriormente a los treinta ya tocaba con una banda conocida de rock argentino. Ese era mi bagaje musical, aunque en mi casa toda la vida se consumió música variada, tango, flamenco, música clásica, y tocaba de todo pero no para ganarme la vida sino por placer encerrado en mi casa, profesionalmente aposté por el rock.

Organicé mi primer concierto con la ayuda de mis amigos que vinieron a apoyarme, tocaba blues, temas de Jimmy Hendrix, algunos cover de rock interpretados a mi manera, me sentía bien pero ahí me llevé mi primer golpe para bien porque al terminar vino uno de los rumanos y me dijo:

— Mirá hermano, tocás y cantás muy bien pero la gente está esperando otra cosa de vos.

— Esto es lo máximo que puedo dar.

— No, vos sos latino y la gente espera otra cosa.

— Pero soy argentino, no me considero culturalmente latino, no tengo nada que ver con la salsa y otros géneros como este, en otros países sí pero en Argentina no. En mi casa nunca se escuchó esta música además tampoco me gusta.

— Ché, pénsalo — me dijo.

Me quedé pensando, pero mientras proseguí con mis conciertos rock, toqué en Cluj, toqué con algún músico conocido que tenía una banda que se llamaba Altar e hicimos un grupo pero sentía que no avanzaba como mucho llenaba un pub y poco más, no lo veía como algo de lo que podría vivir y mantenerme por más que me hiciera feliz, era difícil tener conciertos con regularidad, ganaba poco y no tenía proyección. Así que tuve que buscarme un trabajo normal donde lo pasé fatal porque la última vez que había tenido un trabajo de ese tipo fue a los dieciocho años, después siempre viví de la música y fui empresario también en este sector. Comencé a sentirme frustrado, no quería tocar la guitarra, no veía salida y me fui transformado en una persona que no era, viviendo lejos de mi país no me reencontraba, era mi cuerpo pero no era el Martín que yo conozco. La cosa se alargó más de lo esperado hasta que un día tocando la guitarra me dije que tenía que olvidarme del rock, empezar desde cero, regresar a mi niñez, y buscar una forma de seguir con la música que es lo que me llena. Empecé a recordar esas canciones que yo cantaba cuando era chico que me cantaba mi mamá, canciones españolas y música latinoamericana y cuando llegaba de trabajar me ponía a la guitarra a cantarlas, a practicar y a pensar la manera de sacarlo de Timișoara porque allá tampoco iba a poder tocar y vivir de esta música. Si quería quedarme antes que nada debería reencontrarme conmigo mismo, eso le decía también a mi pareja, no voy a ser un trabajador en Rumania, voy a intentarlo con la música y si no me sale regreso a Buenos Aires trato de rehacerme económicamente y luego regresar a la música siendo yo plenamente. Un día conversando de esto con Analía Selis me dijo:

— Tenés que venir para Bucarest, vos sos bueno pero no estás en el lugar adecuado, vení, creé, creé.

Hablé con mi novia y le dije que me iba a Bucarest a probar suerte, agarré mis dos guitarras, toda mi ropa como si me fuera a ir definitivamente porque mi idea era paso por Bucarest y si no funciona me voy a Buenos Aires. Llegué a Bucarest y a la semana ya había tenido dos conciertos con un repertorio de música latinoamericana clásica desde Bésame mucho, a todos los clásicos interpretados a mi manera blusera con otro toque. El dueño de un restaurante me contrató y en cuestión de mes y medio ya era estable, una locura, le dije a mi novia que me quedaba que y se vino a vivir conmigo. Después pasó algo muy lindo durante uno de mis conciertos alguien del público me dijo en español ¿no te cantás una canción de Soda Estéreo? temino de tocarla y me dice que es de la Embajada Argentina que un amigo diplomático de México le dijo que cantaba un argentino por los bares y había venido a verme. Al poco me invitaron al Día Internacional del Tango en la embajada porque se enteraron de que yo había cantado tangos de chico, hasta los doce años canté tango en reuniones familiares y mi papá me llevaba a cantar a la escuela y eventos culturales. En ese acto me preguntaron si me animaba a cantar un tango, acepté y se me abrió otra puerta. Eso marcó un antes y un después porque me fueron invitando de otras embajadas a diferentes actos y se me abrió otro mundo con el tango aunque seguía con lo que yo estaba haciendo. Al poco conocí a otro argentino en un evento, llegué y vi a un tipo de pelo largo parecia gitano bailando como un loco, nos miramos desde la distancia y me dije que este se parece a mí, a él le pasó igual, hubo una conexión inmediata, me llamó, me preguntó de dónde era, que hacía y así conocí a Lucas Molina que es un artista que lleva mucho tiempo acá unos siete años, él baila flamenco y toca la percusión, es muy bueno y una gran persona. Baila muy bien, lo siente, parece español le sale por los poros y decidimos hacer algo juntos al principio informal quedábamos a comer, tocábamos algo y poco a poco decidimos hacer lo mismo en un espectáculo y fue otra puertita que se abrió también y que no esperaba. Y entre el tango, lo de Lucas y lo que hago como solista pasé a tener quince conciertos al mes que es el mejor estado de un músico.

Todo esto me ha cambiado el ánimo, me oxigena esa variedad, hago cosas diferentes, pero soy yo, he vuelto a ser yo en todas mis facetas. Antes era una sola cosa, roquero, blusero, etc pero hoy en día los músicos son híbridos y hay que aceptarlo. Y recuerdo eso que me dijo aquel rumano, ¨el público espera algo distinto de vos¨. Ahora los temas de Jimmy Hendrix los toco sólo en mi casa, y cantando tango me siento como pez en el agua, te sale solo, sabés lo que estás cantando porque lo sientes, lo entendés. El tango es mi mamá, mi papá, mis abuelos, mi infancia, la mesa que se corría en el cumpleaños para bailar. No me cuesta, es como respirar. En cada letra de tango se me aparecen los personajes, los fantasmas, el recuerdo de otros, a vece cuando canto tengo enfrente la imagen de mi abuelo, lo recuerdo afeitándose mientras me contaba las historias. Si no hubiera aparecido el tango en esta nueva etapa en Rumania no sé si me hubiera quedado porque la parte nostálgica es terrible, encima el argentino porteño tiene una nostalgia fuerte porque estamos muy arraigados a nuestro territorio. Es como un recuerdo constante y estar cantando tango a mí me contiene me hace sentirme allá, me pone la cabeza en el cielo con mis muertos, con mis familiares y me hace sentir bárbaro, esa nostalgia no me pone mal, me transforma en otra cosa, como diciendo acá estamos todos con vos. Mi viejo, que tiene 79 años es escritor de tango y de libros de lunfardo me dijo algo hace años cuando era pequeño, él ponía en el auto tangos y yo le decía papá poné otra cosa, a lo que respondía “vos quedate tranquilo Martín, el tango te va a saber esperar” y mirá vos dónde me encontró. Tenía razón porque las letras del tango sólo las entendés cuando eres adulto, hay desamor, hay ilusión, desilusión, cosas que cuando sos chico no has vivido. La desilusión es un sentimiento viene con la edad adulta con los amigos, con la pareja y yo la encontré en los palos que me dio la vida, nunca pensé que el tango se me iba a presentar en carne y hueso en Rumania, es un tanto irónico porque yo me alejé de todo eso, me fui de Buenos Aires porque mi ciudad me tenía agotado y necesitaba un cambio y justo esa misma ciudad, mi misma tradición me está salvando. Tengo muchos cantantes favoritos Roberto Goyeneche, Jorge Falcón, Gardel, Piazzola que cuando lo escucho veo los cafés de Buenos Aires, eso es lo que él hizo ponerle sonido a la ciudad. Los cantores tienen la calle, el tango tiene muchas facetas, parte de salón, del lunfardo, el turf, las carreras de caballos y es un mundo infinito, una cultura que sigue, persiste sin pasar de moda porque muchos compositores lo sacaron del regionalismo e hicieron que el tango pudieran escucharlo cualquier persona.

Acá en Bucarest me sorprendió encontrar tanguerías, en realidad nosotros las llamamos milongas que en Argentina eran un lugar donde se iba a bailar tango, igual que la gente va ahora a los clubs a bailar antaño la gente iba allá, mis abuelos se conocieron así, había música en vivo, se bailaba y compartía y esa es la esencia, quedan pocas ya en Buenos Aires en su mayoría ahora es un lugar para los turistas que incluye cena show. A esta tanguerías de aquí van muchas escuelas de tango que organizan eventos pero falta ese espíritu de compartir, las escuelas no interaccionan, no bailan unos con otros, lo cual es inconcebible en una tanguería porque no se trata de la estética del baile, se trata de compartir la música, el momento y disfrutar. Hay que cambiar esa mentalidad competitiva y ser abiertos ir todos a los eventos de todos y participar por amor al tango ir nada más a disfrutar juntos de esa cultura tanguera de compartir. Digamos que en Rumania acaba de empezar el tema del cantante de tango, se conoce el baile, pero no la canción, la letra, hay que diferenciar entre el baile y la canción porque todas las canciones están ligadas al lunfardo, es el lenguaje callejero y el tango proviene del arrabal. Curiosamente existe un tango argentino que se llama Bucarest y habla un poquito así de una onda bucarestina, no habla de la idiosincrasia en sí, juega un poquito con la forma de ser de la ciudad. Es un tango del año 1938 y por entonces se cantaba aquí tango era una moda, se usaban las líneas melódicas del tango, pero con acordeón y cantado en rumano. No sé que pasó para que alguien de Buenos Aires creara un tango llamado Bucarest pero es una linda historia porque Bucarest es más tanguero que el resto de Rumania, cuándo pienso en Rumania pienso en montañas, paisajes y no lo puedo asociar al tango pero Bucarest es más autónomo como es Buenos Aires, Rumania es una cosa y Bucarest es otra diferente.

Esa bipolaridad que tiene este país siempre presente en todo, acá están muy marcados los opuestos y me llevó tiempo entenderlos, como suele decirse hay quien tira vidrios rotos en la playa, pero también hay quien los recoge y encontré mucho de eso acá, gente que me hizo cosas que ningún argentino me haría y al revés rumanos que me ayudaron y me levantaron el ánimo como ningún argentino lo haría. Aprendí a no quedarme con el lado malo, a quedarme con lo bueno y esa misma filosofía la aplico en mi trabajo porque seguramente en mi país no podría hacer lo que hago ahora.

 

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