Fred Lebow, el rumano que conquistó la Gran Manzana

Historias

Foto: Transpirando.com

El sol se va alzando, una hilera de cuerpos tensionados se empujan con los codos intentando mantener su posición. Saltos, carreras cortas y agitación. Se oyen las respiraciones aceleradas, la mirada se vacía, los pensamientos se concentran y la mente va quedando en blanco al ritmo de las inspiraciones y expiraciones. El aire se llena de cientos de átomos que aglutinan la excitación del momento. Los participantes se colocan el dorsal, se quitan las últimas prendas de abrigo, algunos se santiguan, otros sonrien a sus familiares.

El rumor tenso de varios segundos se transforma en un silencio absoluto que se rompe con los primeros compases del New York, New York de Frank Sinatra; los corredores siguen el ritmo con las palmas y se bambolean hombro con hombre al son de la canción mientras tararean. La masa comienza a caminar hasta la linea de salida. Da comienzo la carrera.

El ambiente mitad festivo, mitad deportivo es la insignia de uno de los más famosos maratones del mundo, el Maratón de Nueva York que congrega cada año a más de 40.000 corredores profesionales y aficionados. El espíritu lúdico y deportivo es el legado del fundador de esta carrera, el rumano Ephraim Lebowitz más conocido como Fred Lebow, quien siempre tuvo en mente una carrera inclusiva, abierta a todos en la que lo importante fuera simplemente correr y disfrutar haciéndolo.

Nacido el 3 de junio de 1932 en al barrio judío de Arad, situada al Oeste del país, Ephraim es el sexto hijo de los siete de la familia Lebowitz . En 1940 en Arad el Movimiento Legionario Rumano, de corte fascista e ideas antisemitas, está en plena efervescencia y la situación no es la más propicia para una familia de hebreos por lo que los Lebowitz deciden irse de la ciudad.

Con tan sólo 13 años Ephraim abandona Arad junto a su hermano mayor y se dirige a Checoslovaquia. Ambos llegan a Praga donde se supone que deben encontrarse con el resto de la familia pero esta no había podido salir de Rumania y no será hasta 1960 cuando todos vuelvan a reunirse en Estados Unidos.

Los hermanos Lebowitz sobreviven en Checoslvaquia desempeñando diferentes oficios y pronto prosiguen su huída hacía Holanda y posteriormente Irlanda donde vivirán un largo período. Son tiempos duros para ambos y el continuo cambio de lugar y de vida van moldeando la personalidad de Ephraim.

En Irlanda, Ephraim se hace contrabandista de azúcar y diamantes que introduce por rutas marítimas. En 1960, intuyendo que las autoridades británicas están al tanto de sus actividades, se muda a Cleveland, una pequeña ciudad industrial de Estados Unidos, donde aprovechará su talento social forjado a lo largo de los años de huida para abrir un club nocturno. Es entonces cuando Ephraim Lebowitz se transforma en Fred Lebow.

Fred siente que Cleveland es un lugar demasiado pequeño para sus ambiciones y decide mudarse a Nueva York donde de nuevo cambia de oficio. Se convierte en sastre y enseguida comienza a tener éxito. Sus diseños imitan a los de la alta costura pero a precios populares. Al tiempo sigue socializando, acude a fiestas, se deja ver por los clubs de moda y poco a poco a todo el mundo comienza a fascinarle este éxotico y flaco pelirrojo de ojos azules, maneras aristocráticas europeas, marcado acento extranjero que fuma en pipa, es sociable, simpático, gracioso, un gran conversador. Fred se convierte en el alma de las fiestas del mundo de la moda neoyorkino y su negocio comienza a florecer.

Un día un amigo suyo con el que suele jugar al tenis le reta a una carrera en Central Park. Fred recorre los 2,5 km del recorrido sin esfuerzo y para sorpresa de todos gana la carrera. Esa carrera cambiaría completamente la vida de Fred.

Sale a correr a diario al terminar su trabajo. Cuando se calza las zapatillas de deporte entra en su mundo particular, su oasis. Central Park se transforma en su lugar favorito para correr; siente una relación especial con este parque, desde su llegada a NY en 1969. Fred solía afirmar que se había enamorado de la ciudad gracias a Central Park.

El mundo de las carreras

Fred se inscribe en el Club de Corredores de Nueva York del que acabaría siendo presidente hasta 1993. El club es más un grupo de amigos que disfruta yendo a correr. Por aquel entonces correr, no es un deporte muy  popular en Nueva York.A a los corredores se les considera un grupo de lunáticos que dan vueltas al barrio en ropa interior. A veces los increpan, en ocasiones incluso les tiran piedras y siempre tienen que ir esquivando los coches. Fred decide buscar otro lugar para correr y sugiere al grupo  hacerlo en Manhattan, concretamente en Central Park.

Los corredores no son bien recibidos. El parque es un lugar de paseo y de recreo para las familias, se paga un dólar para entrar y nadie quiere ver a un grupo de personas corriendo alrededor del parque. Pese a las reticencias iniciales se les habilita una zona para que puedan correr, lejos del resto de personas pero Fred tenía otros planes. Mientras recorre el parque en  su mente,  comienza a fraguarse la idea de organizar un maratón en el mismísimo Central Park.

Sus compañeros corredores lo consideran una locura, el parque no estaba hecho para correr sino para ir a pie o a caballo. Fred tiene  una visión y una meta, siente que para dejar de ser considerados una panda de lunáticos, el correr debe popularizarse, debe tener visibilidad aunque muchos de los corredores no comparten su visión, son felices simplemente corriendo.

Los primeros intentos

En 1970, decide organizar el primer maratón en Central Park, lugar que elige por estar cerrado al tráfico. Sin apoyos ni fondos y con apenas 1000 dólares de su propio bolsillo Fred compra unos trofeos, 15 cronómetros y algunas bebidas para los corredores.

El domingo 19 de septiembre se celebra el primer maratón en el que se inscriben 127 corredores de los que sólo 55 logran llegar a la meta. La carrera fue una pista de obstáculos para los corredores que tuvieron que esquivar carritos de niños, perros, familias y gente paseando. Pero de nuevo donde otros ven dificultades Fred sólo ve oportunidades.

En 1972 organiza la Primera Carrera para Mujeres del país a la que denomina “Minimaratón” aprovechando que la minifalda estaba de moda y que la carrera se destinaba sólo a mujeres.

En aquellos años apenas había mujeres corredoras y la idea fue duramente criticada. Una empresa de crema depilatoria se convirtió en el primer patrocinador de la carrera. Fred cree que para dar a conocer este evento y ganar visibilidad en el mundo de los corredores y ante el público necesitan el apoyo de la prensa. La prensa aumentaría también la visibilidad de los patrocinadores y así se asegurará de que otros esponsors apoyen las carreras. El marketing deportivo aún no existía tal y como hoy se le conoce con lo cual aunar patrocinadores y deportes no era una tarea sencilla.

Para atraer a la prensa, Fred decide invitar a participar en la carrera a las “Conejitas Playboy” que aceptan su invitación convirtiéndo asi la carrera en un evento mediático.

Poco a poco su mente está cada vez más concentrada en las carreras y en correr que en su trabajo de sastre que finalmente deja para montar en su casa una oficina que se transforma en la sede del Club de Corredores de Nueva York. Desde el salón de su casa comienza a poner en marcha su idea y a contagiar su pasión a los demás. Su nueva meta es organizar de nuevo una carrera al año siguiente con al menos 300 corredores. Para ello decide buscar esponsors que se anuncien en los petos de los corredores.

El maratón de New York

En 1975 el maratón de Boston era el más conocido porque se celebraba por las calles de la ciudad evitando que los corredores tuvieran que esquivar a ciclistas, niños y viandantes tal y como sucedía en Central Park. Fred decide intentar igualar a Boston organizando un maratón por la calles de Nueva York. 1976 se convierte en la fecha establecida para la celebración del maratón.

Fred se ocupa personalmente de hablar con las autoridades y de lograr todos los permisos y apoyos necesarios. El recorrido marcado por Fred incluye los barrios del Bronkx y Harlem, barrios conflictivos en esos años lo que hace que autoridades y corredores se preocupen por la seguridad de la carrera. Nueva York se encontraba afectada por la Crisis del Petróleo del 73 que había hecho crecer los índices de criminalidad. Los continuos incidentes en ambos barrios daban una imagen de inseguridad a la ciudad lo cual no ayudaba a su idea de hacer que el maratón pasara por esos barrios. Pero Fred convence a las autoridades de que el maratón les dará el lavado de imagen que necesitan ya que implicando a los barrios en el recorrido se lograría que dejaran de sentirse marginalizados  evitándose asi los posibles incidentes durante el recorrido.

Una vez logrado el apoyo de las autoridades Fred se da cuenta de que necesita fondos y aprovechando su don de gentes logra el apoyo de algunas empresas, entre ellas un banco que dona 5000 dólares. Fred sigue recabando apoyos y piensa que al igual que había sucedido en la “Minimaratón ” necesita un gancho mediático. Es entonces cuando decide invitar a los dos corredores que habían ganado el primer y segundo puesto en el maratón de Boston de 1975 y que además habían formado parte del equipo olímpico americano el año anterior. Ambos corredores aceptan movidos por la curiosidad de ver si es posible organizar un maratón en New York y sobre todo para conocer personalmente al “lunático” responsable de la idea.

El anuncio de la participación de los dos atletas atrae a los medios y la pequeña carrera de Central Park se transforma en un evento nacional. En 1976 se celebra el maratón por las calles de Nueva York con todos los ciudadanos volcados en la preparación y animando a los 2000 corredores que participan. No se producen incidentes y el público inunda las calles para ver de cerca a los corredores.

Al año siguiente en 1977 el número de corredores se duplica y en años sucesivos el número de corredores seguirá aumentando exponencialmente hasta alcanzar los casi 50.000 inscritos para el maratón del 2014. Otras ciudades seguirán el modelo iniciado por Fred para organizar los suyos.

Su maratón personal

Fred siempre estuvo en movimiento, participó en 69 maratones en 30 países en los cinco continentes. Siempre activo, sin descanso, organizado los detalles, recaudando fondos y apoyos. Siempre en una carrera consigo mismo. Se pasó la vida corriendo, huyendo, en su infancia de los nazis, luego de los comunistas, de la justicia y siempre de su pasado. Correr era su refugio, el lugar en el que era libre de las ataduras, de su personaje, de su pasado y de su presente. Podía ser de nuevo el niño de 13 años que corría por los campos de Arad sin preocupaciones.

En 1990 se le diagnosticó un tumor cerebral y en 1992, al poco de terminar la quimioterapia, decidió disfrutar del placer de ver desde dentro el maratón que él había creado.

Se puso sus zapatillas y corrío las 26 millas del recorrido (42 kilómetros) en cinco horas y media llegando a la meta, situada en Central Park, con la satisfacción de cualquier otro corredor aunada a la de ser el fundador de una de las mas importantes carreras del mundo.

Fred murió en 1994, pero incluso ese año estuvo presente en el maratón ya que una estatua en su memoria fue inaugurada en Central Park en el lugar donde se situa la meta final. Está enterrado en Nueva York, en el cementerio Mount Hebron en la fila 26 para conmemorar las 26 millas (42 km) que tiene el maratón.

“En la carrera, no importa si llegas el primero, el segundo, o el último. Lo importante es la gran satisfacción que te produce el decir: He terminado ” Fred Lebow

 

3 thoughts on “Fred Lebow, el rumano que conquistó la Gran Manzana

  1. Buenos días ,me gusta tu actividad en esta página,muy interesante y en especialmente para todos aquéllos que desean conocer mi país.felicidades ,Un saludo

    1. Hola Mihaela:
      Muchas gracias por tu comentario. Nos alegra que te guste nuestra página y que nos sigas.
      Tienes un país precioso y merece la pena darlo a conocer:)
      Un saludo

  2. ¡Hola Hispatriados!
    Se conoce a un país también por la gente que ha emigrado a otros países y va dejando un rastro de su historia que hace que volvamos la vista para conocer a ese lejano y misterioso país.
    Cada vez que visito Rumanía descubro algo nuevo que me invita a volver.

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