Foto: Adevarul.ro
Desde hace unos cinco años suelo celebrar la Semana Santa (Paşte) en Rumania, con la que yo considero mi familia adoptiva, la familia de mi mejor amiga rumana.
De entre todas las costumbres de la Pascua quizá la que más me gusta es la de “chocar los huevos” (ciocnirea ouălor). Si, sí como se oye, pero no, nos imaginemos una escena sacada de Fast&Furious o cualquier película de este tipo en la que los huevos vuelan, se estrellan contra las paredes, golpean cristales….Se trata de algo más tranquilo pero igualmente emocionante. Es una especie de brindis con huevos cocidos pintados de rojo.
En Rumania es costumbre pintar los huevos con unos polvos que al disolverse en el agua se tranforman en tintes verdes, azules, rojos, amarillos y morados. Se dice que en la antigüedad se solían pintar por estas fechas los huevos de colores para celebrar la resurrección de la naturaleza siendo la primavera representada a través de los vivos colores de los huevos.
El color tradicional para los huevos de Pascua es el rojo. Según las creencias populares el huevo rojo protege la casa, trae buena suerte y simboliza el renacimiento o la vida eterna. Los huevos se cuecen y se pintan de rojo el día de Jueves Santo. Y se quedan tranquilitos esperando el día del “enfrentamiento”.
Durante las semanas previas a todos estos preparativos mi “madre” rumana me va “provocado” para la batalla que cada año nos aguarda. Le encanta llamarme por teléfono para decirme:
– ¡Prepárate, este año te voy a partir los huevos, jajaja! (risa semimaléfica)
Yo, por supuesto entro en el juego y cual villana sacada de una peli de James Bond respondo:
– ¡Eso te crees tú, llevo tres años seguidos partíendotelos a tí! (jajaja, risa supermaléfica)
-¡Qué gane el mejor!. Me dice riéndo mientras cuelga.
La verdad es que te sientes como Rocky preparándose para el gran combate que le devolverá el honor perdido. He aprendido mucho sobre los huevos. Me he convertido en una experta en “anatomia huevuna” porque, por extraño que parezca, los huevos tienen diferentes partes, exactamente tres: La cabeza, el culo y los costados.Y es importante tenerlo en cuenta porque así entenderás los puntos débiles de tu enemigo a batir, el huevo contrario.
Llega el gran día, el Domingo de Pascua. Las emociones afloran, en el centro de la rica mesa salpicada de delicias culinarias, los contendientes, rojitos y brillantes. Cada luchador toma su huevo. Aquí es cuando el estudio de la anatomía huevuna te ayuda a elegir a tu posible campeón. Todos los miembros de la familia calculan a ojo el peso, buscan fisuras, acarician el huevo de arriba abajo y lo balancean en las manos comprobando su gramaje. Os contaré mi secreto, hay que buscar un huevo prieto, es decir un huevo cuya clara y yema al cocerse se han extendido a partes iguales por toda la cáscara. Ese es un verdadero campeón. Un huevo macizo, un paquete de músculos, el Schwarzenegger de los huevos.
Nos miramos a los ojos, sonrisas de medio lado, casi puedes leer sus pensamientos: Este año verás, el mío es el ganador, os voy a dar una, tengo un hambre…a ver si se acaba esta chorrada ya…
Comienza el combate, las reglas son estrictas. Según la tradición rumana el primer día de la Pascua solamente pueden golpearse cabeza con cabeza, el segundo día se pueden chocar cabeza y culo y en los días sucesivos posterior con posterior. Nunca se golpea por los flancos.
El primero en lanzar el ataque tiene que ser la persona de más edad de la mesa, quien golpea sin piedad al huevo que su oponente sostiene en la mano al grito de: “Hristos a înviat”! ( ¡Cristo ha resucitado!), mientras encajando el golpe el contricante responde, cruzando mentalmente los dedos para que no se rompa su huevo, “Adevărat a înviat”! (¡ Es verdad que ha resucitado!). A continuación el golpeado repite el ritual con el siguiente oponente hasta que todo el mundo ha golpeado y sido golpeado.
El momento de la verdad, ¿Quién habrá ganado?. Se evaluan los daños y el huevo superviviente, intacto, es indultado. Ese huevo no se come, se reserva para el combate del día siguiente.
A pesar de que el “brindis de los huevos” sólo dura unos minutos, todo el ritual de la preparación, la anticipación y el desenlace nos da mucho juego en la mesa y solemos contar “ batallitas” de años anteriores, salpicadas con nuevas aventuras. Por ejemplo recuerdo un año que mi madre rumana escondió entre los huevos cocidos un huevo de madera que por supuesto fue el elegido por ella. Nos dio una buena paliza, dejando a todos los huevos para el arrastre hasta que el último día nos confesó su farsa. Eso fue lo que me determinó a estudiar en profundidad la anatomía huevil.
Apenas si faltan 48 horas para mi combate de este año. En el tren de camino a Bucovina siempre voy recordando, por supuesto a cámara lenta y con musiquilla babosa, como en toda peli de acción que se precie, los buenos momentos vividos cada Pascua.
Este año nos faltará un miembro de la familia pero estoy segura que desde donde sea que esté sonreirá mientras nosotros continuamos incluyéndole en las puyas, piques y anécdotas que anteceden cada combate.
Para quienes, como yo, ahora esteís a punto de combatir con los vuestros os deseo una buena victoria y para quienes aún no hayaís tenido la ocasión de hacerlo os deseo que añguna vez tengaís esta experiencia, las risas están aseguradas.
¡Qué divertida la batalla huevuna!
Quizá alguna vez pueda participar de ella.
Anatomía del huevo…suena divertido
Es una tradición hermosa y simpática y sobre todo la participación de toda la familia.
Caramba! Hace unos años viajamos a Rumania y nos tocó vivir los días de la Pascua en Bucovina. Vimos cómo la gente chocaba los huevos pintados porque en las aldeas se hacían “competiciones” junto a la iglesia u otros lugares públicos.
Un saludo Talía, ha sido una sorpresa y un placer encontrar tu blog.
Gracias por vuestro comentario sin duda tuvisteís una experiencia cultural única. Nos alegramos de que os guste el blog. Un saludo