Ecos de Pascua

Historias

Foto: Andreea Prelipcean

¡Bum, bum, bum! ¡Bum, bum, bum! “¡He terminado!”, grita mi hermano mayor. “¡Te traigo la siguiente!”, responde mi hermano pequeño. Suben una a una las alfombras en la barra. Después de sacudirlas bien, las lavo con una solución de vinagre. Un mes o una semana antes de Pascua el barrio retumba al unísono, todas las barras de metal de detrás de los bloques reverberan bum, bum, bum. La sacudida de alfombras junto a la limpieza general anuncian la llegada de la primavera y la cercanía de la Pascua ortodoxa. En cualquier lugar del mundo donde estuviera podría reconocer los sonidos de Pascua de mi infancia.

Desde el umbral de la puerta de la cocina miro a mamá fascinada y al tiempo intimidada, admiro la energía con la que amasa la masa del cozonac y la pască, la delicadeza con la que la trenza en forma de cruz, la vivacidad con la que prepara el relleno de los sarmale, el drob de miel y la ingeniosidad con la que pinta los huevos de un rojo perfecto. La Pascua olía a ralladura de limón, vainilla, esencia de ron y carne de cordero.

Me invita a ayudarla, me dice la cantidad de aceite y sal que necesitamos añadir a la masa mientras sigue amasando con firmeza. Siempre me dejaba un trozo de masa con el que hacía diversas figuritas y me sentía muy orgullosa cuando mamá las cocía en el horno. Papá, con su ritmo pausado, pone la carne en la picadora y se homenajea de vez en cuando con un sorbo de “țuică” hecha del abuelo. Mamá le apostrofaba de cuando en cuando: “Con más alegría hombre, que llega la Pascua”. Papá, parsimonioso, le respondía siempre lo mismo: “Hay tiempo. ¿Dónde vas con tantas prisas?”.

Las pocas veces que fui con toda la familia a la Înviere (Resurrección), la noche antes de Pascua, están cargadas de preciados recuerdos. Con la casa preparada, los cozonaci y la pască en los platos, los huevos encarnados, nos encaminábamos a la iglesia, cada uno con una vela, para recibir la “luz”. Los niños estábamos especialmente emocionados, sobre todo por la ropa y los zapatos nuevos que estrenábamos. El camino hacía la iglesia no duraba más de 20 minutos, tiempo en el que disfrutaba de los placeres prohibidos: el paseo a la hora en la que normalmente dormía y el deseo de ver de noche el barrio de antiguas casas judías en medio del cual se erguía la iglesia. Solía aventurarme a la luz del día en aquel barrio sin que mis padres lo supieran, así que el placer de hacerlo por la noche era todavía mayor.

En la iglesia el ambiente era ceremonioso y festivo; olía a incienso, a velas quemadas y perfumes. Los jóvenes aprovechaban la ocasión para admirarse e intercambiar besos fugaces, dándose citas con la mirada. Al finalizar el sermón, el cura repetía tres veces: “¡Hristos a Înviat!  (¡Cristo ha resucitado!) ” y los presentes respondían : “¡Adevărat a Înviat!” (¡Es cierto que ha resucitado!) “. La llama de la vela encendida del cura, prende las velas de los otros y la “luz” pasa de unos a otros hasta llegar a todos los que estamos en la iglesia. El cortejo de velas encendidas rodea la iglesia tres veces. Terminado el sermón la mayoría regresábamos a casa cuidando de que nuestra vela no se apagara. La parte de los asistentes que habían traído consigo cestas llenas con la comida tradicional de Pascua se quedaban hasta el amanecer, especialmente los más jóvenes, para que el sacerdote bendijera su comida. El camino de regreso estaba alumbrado por el encantador baile de las velas que creaban una sensación de irrealidad. Siempre era mágico observar la cortina de lucecitas blanqueando la oscuridad de la noche.

La alegría y la agitación de la primera mañana de Pascua giraban en torno a un ritual que mis hermanos y yo aguardábamos impacientes. Mamá nos despertaba uno a uno y nos invitaba a ir a la cocina donde en el centro de la rica mesa de Pascua, ponía un plato con agua, dentro del cual había un huevo y algunas monedas*. El último que se lavaba las mejillas con el huevo rojo se llevaba tanto el huevo de la suerte como las monedas. La mayoría de las veces la alegría de ser el último era corta. Siempre uno de nosotros mentía asegurando haberse lavado cuando en realidad no lo había hecho y por tanto era el último en hacerlo y por supuesto el ganador. Una vez el ganador tomaba su huevo y las monedas el ritual continuaba. Nos sentábamos todos alrededor de la mesa y elegíamos un huevo rojo, pesábamos a ojo los huevos que nos esperaban callados en el plato aguardando la batalla que iba a dar comienzo. Los huevos pequeños eran los más duros. Cada uno elegía uno y lo sujetaba con fuerza en la mano. ¡Poc! Golpeabas el huevo de quien tenías al lado diciendo  “Hristos a Înviat!”** A lo que el otro respondía golpeando tu huevo: ¡Poc! “Adevărat a Înviat!”**.

Esta mañana me he despertado con el olor de ralladura de limón. Mamá me esperaba en la cocina con el plato de huevos y las monedas con la misma alegría de cuando era niña he elegido mi huevo. Mamá gana la primera ronda de la batalla de huevos, ríe escandalosamente y nos repite una y otra vez: ¡Os he ganado a todos, para huevos los míos jajaja!.

¿Y vosotros, habéis ganado?

 

Cozonac: Pastel típico hecho con huevos, leche, mantequilla, azúcar, que se rellena de  chocolate, frutas confitadas o nueces.

Pască: Pastel tradicional de Pascua relleno de queso de vaca, pasas y nata.

Sarmale: Hojas de parra o de col rellenas de arroz, carne picada y verduras.

Drob de miel: pastel hecho con carne y entrañas de cordero, cebolla, huevos cocidos  y eneldo picado.

Țuică: Bebida de alta graduación similar al aguardiente destilada de diferentes frutas (manzanas, ciruelas… etc.)

*Un huevo y algunas monedas : El huevo se pone para que todos estén rojos lo que equivale a buena salud y las monedas para que seas tan rico y puro como la plata.

**“Hristos a Înviat!” / “Adevărat a Înviat!”**: Es el saludo habitual durante la Pascua. Especialmente en la zona rural se mantiene esta forma de saludo 40 días, después de la Pascua.

3 thoughts on “Ecos de Pascua

  1. Me ha gustado el relato de la Pascua Ortodoxa. Especialmente el serpentear nocturno de las velas encendidas y los besos furtivos.

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