Wilmark Rizzo: ” recibieron mi trabajo con los brazos abiertos”

Entrevistas

Empresario, bailarín, profesor, locutor y presentador, el colombiano Wilmark Rizzo es sin duda el latino más influyente y conocido de Rumania. Con una mirada viva, una sonrisa cálida y un apretón de manos gentil nos acoge en el despacho de la sala de baile que regenta en Bucarest y repasa para Hispatriados una historia de éxito muy diferente a la que había proyectado. Un marcado acento colombiano se combina con el rumano dando lugar a sonidos familiares una mezcla perceptible para quienes como él llevan mucho tiempo en Rumania, el rumañol. De fondo se escuchan los ensayos. Con cada anécdota se suceden las risas y las emociones que traen al presente diferentes recuerdos.

La historia de su vida discurre al son de la música. Los primeros compases son de rock, la música de su juventud en Colombia. Las memorias del nuevo país de acogida están marcadas suavemente por los ritmos latinos de sus escapadas a las discotecas en busca de algo familiar. Su relato de los primeros años está salpicado de olores, de colores, de descripciones que pueden casi palparse.

De forma lenta y fluida aparecen los primeros pasos en el mundo de la salsa, el deseo de cambiar una realidad  sombría a través de la música que lo ha llevado a convertirse en el pionero de la salsa. A medida que nos acercamos al presente, los chéveres se suceden acelerados acompañando sus manos agitadas, que piruetean sobre la mesa, sobre su cabeza y acarician sus eses marcadas.

A los diecisiete años Wilmark dejó Bogotá empujado por el deseo de independencia y los consejos de su padre de explorar el mundo. Llegó a Rumania a principios de los noventa donde encontró un país mate, en plena transición del que apenas si sabía nada y que difería completamente de su Colombia natal. El blanco y negro de la gente y la imponente arquitectura comunista le hacían añorar la cascada de colores de su país.

“Llegué a Rumania con una beca de estudios del gobierno rumano, un intercambio cultural por el que un ciudadano rumano iba a Colombia a estudiar y yo venía aquí. Como colombiano obviamente no conocía mucho del país más allá de Ceausescu, Drácula, fútbol y Nadia Comaneci”.

 “Mi padre me dijo: tienes que salir a conocer otros países, a darte cuenta que el mundo no es sólo lo que te rodea y a tener una experiencia grande. Una cosa es irte como turista y otra es irte a vivir y depender de ti mismo”.

Sobre su primer encuentro con el país tiene sentimientos encontrados.

Gris”, dice preguntado por su primera impresión. “Era septiembre de 1994, el clima no era ya muy bueno, hacía frío, los árboles no eran verdes, las casas eran todas grises, casi no había carros. Al llegar a la ciudad pregunté que cuánto quedaba para llegar a la ciudad y me dijeron que ya estábamos en Bucarest. ¡Uy pues esto es Bucarest, guau!, me dije. A la gente la veías siempre con su abrigo, con algo debajo del brazo, con la cabeza agachada, caminando cada uno en su cosa. No fue divertido, no se parecía en nada a lo que me dijeron a mí”. 

“Con la gente, por el contrario, tuve impresiones bonitas. Del aeropuerto alguien se ofreció a traerme a la ciudad, obviamente tendría que haber tomado un taxi o un trasporte porque nadie me estaba esperando. Las personas a las que no conocía siempre fueron amables conmigo. Muy humildes y muy amables y eso fue una cosa que me gustó”.

La gente, precisamente, fue lo que más le ayudó a integrarse en el país y el principal motivo por el que decidió quedarse. Tal y como asegura Wilmark le llamó  mucho la atención  que los rumanos tienen una forma de ser y de vivir muy latina, que le resultó cercana y fácil de asimilar.. “No es la frialdad  que tienen los alemanes, ese orgullo de los franceses o la sequedad de los ingleses, era algo muy familiar. Como estamos en etapa de transición, estamos en problemas y tenemos que resolvérnosla como se pueda porque ésta es la situación y bueno, sigamos y que rico que eres latino y que haya venido acá, y Colombia y chévere y América Latina. Tampoco conocían mucho de mí, cuando decía que era colombiano, inmediatamente decían ¡ah drogas!, luego decían ¡espérate café, telenovelas y así jajaja …! ”.

Al descubrimiento de la gente se unió un aliado inesperado, la salsa. “Me llamó la atención que lo que me acercaba a casa era la música”, afirma Wilmark, que en Colombia nunca se había interesado por este tipo de música. Privado del sempiterno son en taxis, restaurantes y mercados, empezó a frecuentar la única discoteca de salsa de Bucarest. Cayó bien, hizo amigos y le pidieron que diera clases de salsa. De esta forma comenzó a construirse la marca por excelencia de la salsa en Rumania.

La música le abrió las puertas de la radio, donde un presentador le ofreció un espacio de música latina. Ser locutor era uno de sus sueños de siempre. Siempre había querido “comunicarle a la gente”, y aunque con la dificultad añadida del cambio de idioma ésta era su gran oportunidad para hacerlo. Wilmark disfrutaba con el programa musical, pero quería más: traer a la mortecina Rumania poscomunista un nuevo modelo de hacer radio y contribuir a cambiar las cosas que le chocaron negativamente al llegar.

“Yo veía a la gente rumana muy gris, muy apagada.Y pensé no, no, no puede ser así, la gente tiene que tener unos buenos días en la mañana así como es en España, en las emisoras de América Latina. Que te digan cuando te levantes, ¡ah qué rico, es un día más, qué alegría!. Tú ponías una radio por la mañana y escuchabas la política, los políticos que se pelean, estos están robando esto, los otros roban lo otro, y el tiempo y un accidente y se terminó. ¿Y tú cómo puedes comenzar un día así ?. Es difícil”.

Su éxito en la radio le llevó también a la televisión, donde presentó para la primera cadena privada, Pro TV, varios programas de entretenimiento.

Y mientras su popularidad crecía, Wilmark fundó en 1998 su propia academia de baile, que hoy cuenta con 600 alumnos y es la más prestigiosa de Rumania. Lejos de ser un mero vehículo de ganar dinero, la academia es la plasmación de sus valores humanos y profesionales, un medio para mejorar la conflictiva relación de los rumanos con los servicios. “Intento ofrecer a la gente los servicios por los que paga”, dice, y recuerda que en Rumania no siempre ocurre esto. “Trabajo para que la gente se acostumbre a la normalidad”, remarca, y explica que es una prioridad que los alumnos de la academia queden satisfechos con lo que reciben”.

Consagrado en su actividad profesional y casado con una ex alumna rumana con la que tiene un hijo, Wilmark no descansa y ha creado también su propia agencia de eventos latinos.

Le encanta Rumania en verano por sus paisajes, la montaña, el mar y el colorido del país en los meses de calor. “Lo que más me gusta de Rumania es su flexibilidad, que todo se resuelve y que nada es un problema jajaja. Me gusta tratar con personas bonitas y el medio en que estoy es muy bello y Rumania tiene chicas muy bellas, obviamente, eso no hay que ponerlo en segundo lugar porque es una realidad, no existe extranjero que no sepa que aquí hay chicas bonitas”.

Tras 17 años aquí está perfectamente integrado en Rumania, donde se siente “en casa”. Colombia es ya para él “un maravilloso lugar de vacaciones”.

 

 

1 thought on “Wilmark Rizzo: ” recibieron mi trabajo con los brazos abiertos”

  1. Coincido con Wilmark en que lo mejor de Rumanía es la gente, cálida, de alma latina.

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