Alvin Oney: “Los rumanos son muy abiertos con la gente de fuera”

Entrevistas

Mejicano de origen llegó a Rumania procedente de Praga debido a un cambio legislativo. Vivaracho, cálido y bromista es un superviviente nato al que si dejaras en una isla desierta sobreviviría y haría amigos. En sus ojos puedes ver la experiencia de alguien que ama la vida y sabe disfrutarla con sus más y sus menos.

Alvin es cocinero en varios restaurantes mejicanos de Bucarest, profesión que aprendió desde los catorce años trabajando en la tienda de comida de su madre en Chetuma su ciudad natal. A sus escasos 27 años ha trabajado como abogado del Gobierno Federal, directivo, profesor de español y guía turístico.

De mirada risueña y hablar rápido mira de frente y a los ojos. Optimista, amigable y desenfadado salpica su narración con bromas y anécdotas poniendo siempre al mal tiempo buena cara.

Su llegada a Rumania fue casual y tuvo su origen en una crisis personal que le empujó a dar el salto de Méjico a Europa, concretamente a Praga.

En mi país trabajé desde muy chiquito y antes de los 20 años había hecho y vivido más cosas y conocido a más gente que los padres de mis amigos y mi propio padre juntos. Ser director de un departamento en una oficinal federal cuando todavía estás estudiando en la universidad es algo increíble. En Méjico era bastante conocido, era el directivo más joven de todo el país e incluso gané dos premios nacionales de organización y productividad”.

La crisis me llegó porque la gente decía que todo lo que yo conseguía era por contactos, porque yo conocía a alguien. A mí me dio asco todo eso y me dije, me voy a Europa a ver si sin conocer a nadie les demuestro que yo puedo hacer algo decente.”

“Hablé por Internet con una chica de Praga y a los dos o tres meses de conocernos y me dijo que echara un ojo a su ciudad para ver si me gustaba. Cuado vi las fotos de Praga quedé asombrado y decidí irme para allá.”

Su plan original era mudarse a Praga donde llegó en Noviembre del 2010. Gracias a la chica que conoció por Internet consiguió una entrevista de trabajo como profesor de español, un trabajo que no le gustó mucho por lo que decidió buscarse otros dos trabajos: uno como guía turístico y otro como cocinero.

“Trabajaba 48/50 horas a la semana. Yo soy un animal para trabajar en Méjico mi vida era dormir y trabajar. Apliqué para el visado de trabajo en diciembre y me costó un mes reunir todos los documentos necesarios porque sólo me vine con el pasaporte de Méjico, no me traje nada más. El resto de mis papeles llegaron en enero del 2011 y en ese intervalo se cambió la ley de tal forma que para trabajar en Praga era necesario tener un contrato en origen en mi país. Intenté resolverlo pero se me acabó el visado de turista y estaba aterrado de Schengen porque no se andan con tonterías y temía ser deportado, así que  decidí salir del espacio Schengen a Rumania porque estaba cerca y porque era el billete más barato que podía permitirme”.

¿A dónde estoy llegando?

La primera impresión de Rumania lo dejó sin palabras. Después de haber vivido en Praga le costó acostumbrase al aspecto de nuevo país y sufrió el primero de sus varios choques culturales y personales.

Llegué a Rumania en bus desde Praga y casi me tiro del autobús cuando pasamos por la frontera. Pasamos por Arad y venía de Praga donde la ciudad es perfecta, bellísima, todo limpio, ordenado. Atraviesas las montañas y todo te parece un cuento de hadas y llegas a la frontera de Rumania y ves una ciudad como de Sudamérica pero con nieve, lodo por todos lados, basura. Creí que me había subido a un tele transportador y me habían llevado a Chiapas. Y me pregunté ¿A dónde estoy llegando?. En ese momento pensé en meterme por el bosque y regresar corriendo. Al final me recompuse cuando pasamos por Brasov, que es bellísimo, con las montañas, la nieve y me dije estoy en Europa otra vez. Cuando llegué a Bucarest y vi estos “blocs” comunistas grises, amarillos, el tranvía oxidado, basura por la calle, y comercios ambulantes me dije: ¿Dónde estoy?”.

La primera semana me hospedaron en el *Coachsurfing, cuando vi el edificio en el que me iba a quedar pensé que debía estar destrozado por dentro y es que aquí pasa algo muy chistoso que por fuera es horrible y por dentro las casas están impecables”. La ciudad tiene muchos descuidos y ésta es la Europa que no te pintan en las películas. Comparando Rumania con los otros países en los que había estado es como si alguien te diera una patada en la cama cuando estás soñando. Para mí fue un shock”.

Alvín pensó que su estancia en Rumania sería temporal, que regresaría en un mes a Praga donde le aguardaba su trabajo y su novia a la espera de que resolviera sus papeles. Mientras buscaba una solución decidió hacer un voluntariado sin saber entonces que su vida estaba de nuevo a punto de cambiar.

“Me busqué un voluntariado, intenté cuidar osos en Brasov pero no me aceptaron y al final encontré un voluntariado en Snagov. El primer mes estuve encantado en medio del bosque, con tranquilidad, compartiendo momentos buenos con los otros voluntarios hasta que ellos se fueron y me quedé sólo. Entonces me di cuenta de que aún no había resuelto como regresar a Praga y no tenía donde hospedarme. Hablé con el responsable del voluntariado a ver si podía quedarme un poco más y al final me quedé allí sin pagar alquiler ni nada viviendo en un cuarto de 2×3 lleno de herramientas, sin calefacción, el baño en el exterior y con tan sólo una litera. La única tienda de la zona estaba lejísimos. Se me acabó el dinero, había venido a Rumania con 1000 euros ahorrados de mis trabajos en Praga, esperaba un giro de Méjico pero se quedó bloqueado durante tres semanas en las que sólo pude gastar tres o cuatro lei al día. Gracias a dios que sé cocinar que si no me hubiera pegado un tiro. Ahí estuve inventado comidas con una alita de pollo y un repollo”.

Fue un contraste en mi vida porque pasé de ser abogado del Gobierno Federal en México y de estrechar la mano al presidente a vivir en un cuarto minúsculo, comiendo con 75 centavos de euro, viviendo sólo con los perros y saliendo a hacer bicicleta o a caminar en el bosque para no volverme loco. Como no tenía nada más que hacer no paraba de pensar y pensar. Agarraba la computadora y me ponía a escribir a mi mamá y me ponía a llorar y me entraba la “depre”. Menos mal que a mí me dura cinco minutos. También me pasaron cosas buenas como esas que sólo ves en las películas en las que entras en el bosque te quedas dormido y no pasa nada”.

Alvin se queda pensativo, con la mirada perdida recordando las secuencias que describe y reviviendo esos momentos, suspira profundo, hace una broma, sornrie y regresa al presente.

Transcurridos tres meses desde su llegada a Bucarest todavía no había encontrado la forma de regresar a Praga y entonces se percató de que ya no era más un turista que puede aguantar cualquier situación sabiendo que es algo temporal, se dio cuenta que ya no era un mochilero y que tendría prolongar su perído de estancia. Ese cambio de mentalidad fue para él la parte más dura de aceptar.

El choque cultural

Para Alvin adaptarse a nuevos ambientes nunca ha sido un problema si bien aquí le ha costado entender algunos comportamientos. Considera que quizá el mayor obstáculo a la hora de integrarse en Rumania haya sido el estar fuera de Méjico y del ambiente que conoce.

“Lo que me ha costado trabajo procesar son los abusos de los jefes rumanos. He encontrado muy buena gente en Rumania que son el 95% pero lamentablemente también he encontrado patrones, propietarios de negocios, que hacen dinero a costa de sus trabajadores. No hay lugar en el que haya trabajado aquí donde no me deban dinero. Eso ha sido quizá lo más duro que me ha pasado aquí. En Méjico también hay mala gente pero al menos allí sabes como lidiar con ellos”. El choque para mí es doble porque he pasado de estar acostumbrado a manejar cualquier cosa al nivel que yo quisiera a venir aquí y depender de alguien que no respeta su palabra, que no quiere pagarme y no poder hacer nada. Es una experiencia totalmente nueva para mí, algo que nunca había sentido.Tengo un amigo mejicano de una zona rural que se fue a EE.UU e hizo fortuna, regresó a Méjico conoció a una rumana y se vino; él ve las cosas sencillas, mientras que yo me doy cuenta que la vida que llevaba en Méjico es lo que me perjudica. Yo no puedo entender que te tengas que conformar y no hacer nada. Y para mí eso es lo más duro de mi paso por Rumania y te cambia”.

Pese a las dificultades y tras un año de estancia Rumania le gusta y considera que el país le ha ofrecido y le sigue ofreciendo muchas ventajas y está dispuesto a aprovecharlas para salir adelante.

“Te dan un trato especial cuando se dan cuenta que eres extranjero, la camarera te sonríe más, la gente te recuerda y esa es una de las ventajas que yo he encontrado aquí. Como Rumania estuvo durante mucho tiempo cerrado por el comunismo les resulta fascinante lo que viene de afuera y más yo que vengo de más lejos. Nunca me imaginé lo mucho que conocían de Méjico aquí porque pensamos que sólo nos conocen en América Latina. La cocina mejicana es muy conocida también. Yo veo que aquí hacen falta muchos servicios y que la gente si son buenos está dispuesta a pagarlo. Hay muchas oportunidades de hacer dinero”.

Lo que más le gusta de Rumania es la gente a la que considera muy acogedora y amigable.

Te sientes bien recibido en todas partes. Los rumanos son muy abiertos con la gente de fuera y no tienes problemas en hacer amigos. Yo no entiendo la gente que dice que vive aquí de un tiempo y no tiene amigos. En Praga es más probable que aquí, los grupos son más cerrados y si no conoces a alguien no entras. Me gusta también de Rumania la cantidad de zonas verdes que hay con sus mesas de ping pong, ajedrez y parrillas para asar”.

Reconoce que lo que menos le gusta de Rumania es la mentalidad de la gente tras el comunismo, el que se piense que el Gobierno tiene que hacer absolutamente todo por ellos. “Por ello son incapaces de limpiar enfrente de la puerta de su casa, o pintar el tranvía. Esa dejadez, me molesta si se arreglaran las calles y se pintaran los edificios podría estar al nivel de otras ciudades europeas”.

En septiembre tiene pensado regresar a Méjico para resolver sus papeles y visitar a familiares y amigos y cree que seguramente regresará a Rumania donde quiere proseguir su sueño de hacer algo por su cuenta y quizá algún día abrir su propio restaurante aquí o en su país.

Para Alvin Rumania comparada con Méjico es lo mismo pero con otra bandera, otra comida y otro clima aunque reconoce que Méjico es culturalmente más variado.

 

*Coachsurfing: Sistema de intercambio de alojamientos en casas de gente no conocida previamente y contactada a través de una plataforma online.

2 thoughts on “Alvin Oney: “Los rumanos son muy abiertos con la gente de fuera”

  1. Interesante el recorrido de Alvin.
    Tiene razón en cuanto a la gente de Rumanía es acogedora y amigable.

  2. Buen relato. Yo soy chileno y siempre me han llamado muchísimo la atención los países de Europa del Este. Interesantes datos, sobre todo que la gente aún espera que el gobierno haga las cosas por ellos, y es que más de 50 años de cualquier cosa es difícil borrarlo de la consciencia colectiva.

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